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miércoles, 11 de mayo de 2022

EL NO COMO REGALO

 NO


(dedico estas palabras a quienes aprendieron y siguen aprendiendo a regalar un buen no y a recibirlo)

El NO es un bien devaluado, asociado a la negatividad, la represión y el castigo, mientras que el SÍ por el contrario es asociado con la vida, la receptividad, la positividad y demás dones preciados.

Pero el sí que tantas veces damos es el precio que pagan las almas que, o bien no quieren herir al otro porque desde la cuna mamaron que el otro era primero, o simplemente porque sus almas les han dictado tempranamente el don de la compasión (hoy elegantemente intitulada EMPATÍA). Eso sucede con la misma naturalidad con la que otras almas aprenden tempranamente a protegerse, actitud muy sabia, o a priorizarse. Y tanto es necesario lo uno como lo otro, priorizar al otro a veces, priorizarse uno otras tantas, y protegerse siempre de lo que daña.

Llevada la cuestión a un nivel indeseable, terminamos dando un sí que en verdad es un no a la vida, es una complacencia frente a un espectáculo deleznable, es la incapacidad de levantarnos en mitad de la obra y decir BASTA.

Sin embargo, por miedo a perder lo amado, por miedo al abandono, o a la separación, nos terminamos viendo impedidos de pagar costos por sostener nuestros valores, nuestra integridad como personas. Quien nos quiera sanos y libres, aceptará nuestro NO y lo bendecirá. Quien nos quiera sometidos y débiles, nos querrá consintientes, buenitos, y complacientes a cualquier costo. 

El NO es necesario: los niños que no tuvieron ese regalo de sus papis así quedaron, tullidos de límites, creídos de ser el ombligo de algún mundo que luego los engañó vilmente. Incapaces del autolímite, que es ese NO que uno mismo se da para adentro.

Y no estoy hablando del NO cruel, del NO vengativo, artero, represor, ni del NO retobado y caprichoso. Estoy hablando del NO tesoro, límite entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo que lastima para afuera o para adentro y lo que hace bien, el límite entre el otro y yo, entre mi deseo y el del prójimo.

Por eso los que tuvimos un deficit de ese NO sano, terminamos padeciendo las enfermedades propias del exceso de SÍ ante el deseo ajeno, malacostumbrando a todos quienes nos rodearon a punto de no dejar ninguna duda respecto de a quién le correspondía hacer lo propio y lo ajeno con calidad y solvencia. Una de las enfermedades derivadas es la incapacidad de poseer a la vez un SÍ completo, rebosante de gozo, porque el que está rengo de NOES suele estarlo también de SÍES, y más allá de las apariencias que engañan tanto, el alma se les llena de NIS, aburridos, inservibles.

Por eso, cuando un alma empieza a pronunciar en serio sus propios NO, siente ese placer, ese alivio inmenso de sacar los dientes con motivo, afilados y gruñentes, y de sacarles brillo tirando tarascones al aire. El alivio de agarrarse con uñas y dientes de lo vital, y morder lo que nos muerde.

Por eso, marche un NO gigante hermoso contundente, estrenado como estrena la hoja sus espinas y el perro sus dentelladas al aire o al moflete del que se lo quiere montar sin que le guste.

Un NO con chirlo en la mano al niño que, dentro tuyo va a meter los deditos en el enchufe.

Un NO bien gritado, bien cojudo, al que va a cruzar la calle con semáforo en rojo.

Y para el que goza donde sufrís, un NO que se escuche de cerro a cerro como las coplas en la Puna y con golpe de caja chayera.

Un NO bien sonoro para el que sigue metiendo los dedos en tu herida, aunque ni enterado esté, pa que se entere nomás.

Un NO para festejar por fin , un NO como el de los perros felices, esa mordida en el moflete para poder seguir jugando, jamás una sangrada. Nunca como una piedra ni primera ni última.

Un NO que deja todo el aire alrededor para que descubras todo el SÍ que lo rodea.

Un ASÍ NO, que te señala de yapa por dónde sí, que no es lo mismo que un JAMÁS, del mismo modo que un mañana no es un nunca.

Un divino NO, como una pera jugosa.

Un NO hermoso y redondo como la copa de un pino, férreo tremebundo crepitante.

Un NO como un globo gigante ignífugo que llegue hasta la luna, que tenga propiedades antideslizantes

para falsas promesas o migajas de amor, 

y que sólo puedan pinchar las acciones hermosas

la verdad cuando sea verdad

la locura de arriesgar el vuelo 

sólo para saber

si esta vez SÍ.


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