Así como nosotros tenemos nuestras cosas, pues ellos también. Me refiero a nuestros amigos, los perros.
Así que llegar al Canil, además de ser una fiesta, además de ser un poquito como visitar a una familia en la que ya nos conocemos bastante algunos de los muchos humanos que llevamos perros propios y ajenos a jugar, es también arribar a un cotolengo, y en este caso no lo estoy diciendo por los muchos rayes que exhibimos los humanes en cuestión, sino por los que ellos también exhiben, y también hasta en eso es muy gracioso ver cómo nos parecemos.
Por ejemplo Brownie, que es una hermosa perrita petisa y morrudita, también un poco trompuda, desde que llega hasta que se va no se mueve de un radio de más o menos medio metro de la canilla.
Y es que por suerte el canil tiene una canilla que es un tesoro, sobre todo en veranos intensos como el que acabamos de transitar.
Ahí, bien cerquita de la canilla se para Brownie y la primera sensación que uno tiene al cruzársela es la de que algo le pasa, que algo espera de uno, porque una vez que nos clavó la vista, no para de mirarnos. La pregunta que a uno le surge es por qué, qué es lo que en realidad espera. Y no pasa mucho tiempo hasta que uno descubre cuál es el tema, ya que los demás concurrentes que la conocen, empiezan a tirarle sincrónicamente chorros de agua que ella interceptará como huesos voladores.
Brownie puede estar así por horas. Sea que los chorros provengan de una manguera conectada a la canilla, de una persona que con su mano la salpica rítmicamente, o que le tira chorritos de agua desde una botella.
Al principio me hacía reír bastante la cuestión, aunque después empezó a darme un poco de lástima, porque resulta poco menos que imposible generarle a Brownie un interés por otra cosa, por ejemplo por un mimo, o inventarle otro jueguito, porque se queda como estaqueada esperando sólo el chorro de agua y la persona que se lo provea.
No sabría describir lo que me transmite su expresión. Es extraña. A todos nos gusta hacerla feliz. Sólo que me encantaría que su espectro no fuera tan acotado.
No sé qué pasará cuando empiece a hacer frío. A ella la conocí ya en la primavera.
Habrá que ver cómo se llevará el “toc” de Brownie con el fresquete, cuando la gente le esquive al agua fría o helada.
Como en tantas cosas, suponer es un trabajo infructuoso.
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