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martes, 28 de mayo de 2024

Pare de sufrir!! O la silla de ruedas vacía

Un sufridor es alguien que tiene gran capacidad para sufrir, más de lo común, más de lo "normal"; es alguien que se sale de la norma, y ​​suele molestar por eso, porque se deprime, porque no lo entienden, etc.

Suele ser un pobrecito o una pobrecita a quien el mundo mira con pena, como un caso extraño, con alegría de no estar en su pellejo, y también, por qué no, muchas veces el mundo se abusa. Pero el pobrecito o la pobrecita no se suelen dar cuenta.

El tema es que los sufridores, además de tener una enorme capacidad de sufrimiento, también tienen la misma capacidad de alegría y plenitud, porque todo se trata de sentir al fin de cuentas, y entonces, cuando el sufridor deja de victimizarse, o sea cuando descubre que puede pararse de la silla de ruedas, advierte que no sólo es capaz de sufrir mucho sino también de gozar mucho, de reírse mucho y... (esto molesta al mundo) de enojarse mucho y reclamar lo que le parece justo, pues deja de ser funcional a los que se sentían seguros en la convicción de que la fábrica de pobres siempre está afuera y lejos.

Cuando la pobre Clara empieza a cansarse de que la compadezcan es porque empezó a cansarse de compadecerse a sí misma, cuando recobra su "ilesa cuota de egoísmo" y lo manifiesta en voz alta, tiemblan las almas puras generalmente, esas que muchas veces simplemente han tenido que lidiar con otros asuntos, y no entienden una pipa de lo que es sacarse la costra pútrida del sufrimiento añejo, y a veces ajeno, de encima.

Tiemblan las sombras, y agarrate catalina porque los buenos dejan de ser tan buenos y los malos dejan también de ser tan malos, y ese guión no es apto para las telenovelas más tórridas, ni para los cuentos new age de los seres de luz. Las caretas suelen caerse haciendo ruido, y a veces hasta haciendo daño.

Es un lío hacerse cargo de uno mismo, hacerse cargo de la propia ley, que no responde a la norma, ni necesariamente atenta contra ella, pero reclama su pizca de autenticidad, su mucho de ternura, su diferencia inclaudicable, su rareza como derecho de nacimiento.

La silla de ruedas quedó ahí, deshabitada, y eso suele ser un lío grande para todos. 

Los ganadores y los perdedores se deshacen, los muertos a veces se caen del ropero, los prestigios, las prestidigitaciones y las digitaciones, las monadas y los monos con navaja, todo empieza a confundirse y con suerte empezamos a darnos cuenta de que estamos hechos del mismo barro.



"Y la  calle me junta con un ángel distinto

Con un hombre cualquiera, como yo"


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