Voy hacia la plaza
Es domingo a la noche y los perros
empezaron a ladrar
Se los escucha cada vez más cerca
Voy llegando desde la izquierda al mástil
Y se los escucha
No paran de ladrar esos perros
Pensar que insonorizaron el canil para que no se los oyera
Y aunque la vecina se haya quedado tranquila
y ya no amenace con envenenarlos a todos,
los perros siguen ladrando
Aunque no se dejen oír desde el frente
y hayan gastado un montón de plata en el arreglo
Desde lejos
Y desde cerca
Se los escucha
Aunque hayan tardado demasiado los del gobierno en hacer la obra
Y no haya quedado del todo bien
Ni por adentro ni por detrás
Y adentro falte el mismo verde
que sobra afuera
en la pared que da al frente,
los perros que le molestan a la vecina
siguen ladrando
Sobre todo, cuando llega la hora en que ladran los perros
Y fuera de horario también
Y muerto el perro nunca se acabó la rabia
Ni por derecha ni por izquierda ni por arriba
Conviene estar atento a esa verdad
Los perros siguen ladrando
Y los bebés llorando, aunque nos moleste
Y no es cuestión de salir como Herodes
Ni insonorizar todas las esquinas
O prohibir los caniles
-¡No muerdan a los perros!
Dicen los automóviles compungidos
en un idioma que sólo entienden las bocinas
-Llegamos a tantos decibeles que nadie se anima con nosotras,
comentan entre ellas, las pobres
El asfalto caliente se apiada de las patas perrunas
Y el césped plástico quiere llorar y no es digno del rocío
Dice el sol que todo esto es más grave que unos cuantos ladridos
e implora:
No muerdan a los perros
que hay demasiada rabia ya en el mundo
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