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viernes, 11 de junio de 2021

Para mi abuela Ana

 


Querida Abuela: supongo que todas las cartas deben empezar así, y es como me hubiera gustado empezar una carta para vos, una que vos pudieras leer en el más acá.

Ayer biodanzando, te imaginé. Dicen que tenías el pelo ensortijado. Yo te imaginé pintando: estabas en un rinconcito medio oscuro, pero contenta, trabajando en un cuadro pequeño. 

Quiero decirte que te admiro. Papá no pudo. Te trató con cierto desprecio o vergüenza la única vez que nos vimos, uno de esos domingos en su casa. Ese día él estaba alterado porque vos te habías escapado del geriátrico, y me pidió que no le contara a mamá que yo te había visto, cosa que por supuesto no hice. Quiero que sepas que mamá estuvo contenta de que yo te hubiera conocido. 

Él no pudo o no supo entender que pintaras; decía con cierto desprecio que “de grande se te había dado por pintar”. Lo lamento tanto. Yo soy pintora ¿sabés? Desde chica quería serlo. Eso sí lo tenía muy claro. ¿Y sabés qué hizo tu hijo? Lijó el caballete que usabas y me lo regaló para mis quince años. Creo que fue el mejor gesto que tuvo en su vida para conmigo, y ahora que lo miro mejor, para con vos también. Fue realmente algo grande. 

Cuando mucho después me re encontré con mi prima Laura, ella me contó muchas cosas, como que el geriátrico del que hablaba papá era el Moyano, el lugar en que terminaste tus días en esta tierra. Pero también me contó que después de separarte del abuelo León, vos te volviste a casar, o a unirte con un hombre, lo cual es lo mismo, pero nadie te lo perdonó por no sé qué cosas de la ley judía, aunque al menos papá era ateo.

El caso es que pasaste a ser oveja negra en la familia, y también me dijo Laura, que parece que vos hablabas de temas tabúes como el sexo, y eso no gustaba, abuela.

Y voy a decirte, aunque te asombre, que mi mamá en eso era igualita a vos; digo en lo de desafiar tabúes y hablar de sexo, además de otras cosas.

Yo te quiero contar que tu atril de pintura está muy bien cuidado, y que lo usé mucho. Ahora estoy en un tiempo de silencio pictórico, pero ya volveré a pintar. Todo no se puede a la vez.

Se está destartalando un poco la parte de arriba, y de vez en cuando tengo que propinarle unos puñetazos para que encastre. Mientras lo hago te invoco en voz alta, digo: dale, abuela, ayudame, y creo fervientemente que me estás escuchando. Hace poco le pegué una frase tallada en madera que dice “lo pequeño es hermoso”. Siempre creí, y cada vez más, que en las pequeñas cosas está el secreto de saber vivir bien la vida.

También imaginé en biodanza (después te cuento qué es eso) una escena en que vos te abrazabas con la abuela Teresa y con mamá, y que la familia materna y la paterna se abrazaban, y todo el desamor que sufrimos fue reducido a una tontería inmensa. 

Formamos en mi imagen una ronda grandota, y yo me puse en el centro y les pedí a todos ustedes que me bendijeran, y sentí que fue así. ¡Y la falta que me hacía!

Bueno abuela, por ahora te dejo tranquila, o eso espero. Ya te escribiré otra carta.

Tu nieta (¡uy! Qué lindo pronunciar esta palabra) Claudia

PD: Ya sé que tu matrimonio fue arreglado, pero…¡cómo me hubiera gustado conocer al abuelo León!


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