Es el atardecer, y vuelvo del río...Rosado por la luz del día que se pierde, está el monte en calma tras la lluvia de ayer...Camino sin pausa y sin prisa por senderos silentes...Crujen bajo mis pies hojas amontonadas.
Las rocas me rodean. Hay serpientes dormidas entre las grietas: las sé aunque no las vea, como sé de mi sangre circulando por mi cuerpo.
Camino muy despacio, con cuidado, como si con cada paso diera un salto en mi propia existencia. Cada paso es aprender algo muy grande y delicado.
Siento mi soledad protegida por cientos o miles de partículas amigables.
No hay palabra en el monte...un remanso de colibríes interrumpen con sus chistidos leves este museo de silencios del cual soy tan solo una visitante admirada...
Un pájaro suelta de pronto un canto extraño, más alarido que trino, y otro le devuelve una respuesta algo cómica, a la distancia.
Este es el mundo.
dos colibríes:
luz rosada en la senda
que lleva a casa.
( C. Bakún, 2010)
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