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martes, 7 de septiembre de 2021

OFELIA, de "Canciones que me enseñó mi madre" (inédito)


Hoy le dí de cenar en la boca a una viejecita llamada Ofelia...

Ofelia es la nueva compañera de cuarto de mi madre,  una pobre señora que no tiene perro que le ladre, convertida en una especie de cosa penosamente encogida en una cama.

Van casi dos días sin ninguna reacción de Ofelia, que apenas si susurra palabras ininteligibles. Sólo una kinesióloga viene a veces a peinarla  y darle de comer.

Pero ¡por dios que pasan cosas insólitas! Hoy por la tarde mamá andaba inquieta, y antes de que siguiera obsesionada con el tema de su casa, fui a comprar una ficha para el televisor... Pasa como todos los atardeceres: quiere volver a su casa a ver a su hermano y me dice: “Bueno, ¿ahora nos vamos?” .O , -con tono más imperativo-, “¡Yo ahora me cambio y nos vamos de acá!”… Y entonces llega para mí la dolorosa y repetida etapa de explicarle una y otra vez que no debe volver, que mi tío ya sabe dónde está ella; pero ese “dónde” no debe convertirse en la palabra hospital, porque tampoco está claro para ella que esto sea un lugar indeseable, sino que por momentos parece que fuera una travesura, un estar fuera de su casa como de visita en la mía, o en un lugar de esparcimiento…Por eso le cae tan mal cuando alguna enfermera o enfermero la trata bruscamente, porque interpreta que eso no es digno de un hotel o de un lugar de descanso o vacaciones.

Casi nunca dan algo en la tele que vaya con ella, o por lo menos con su estado actual. No le gusta casi nada…Todo va a un ritmo demasiado rápido; incluso los programas de animalitos ahora tienen la estructura de flashes, de gags, y no los puede seguir… A mí también me fastidia eso: ya casi nada discurre con la placidez normal de la vida, o por lo menos de la de los animales domésticos…Todo debe apurarse, todo es una broma para decodificar al instante, todo está preparado para mentes ágiles, despiertas y dotadas de una cierta ironía y levedad.

Pero esta tarde encontré algo: un concierto de la Filarmónica de Berlín que estaba de rechupete. Y lo puse a un volumen más bien  fuerte...Mamá se enganchó en gran forma, y movía la manito del suero como dirigiendo la orquesta... Pero lo más grande es que Ofelia de pronto empezó a llorar. Yo me asusté: creí que había hecho algo grave, que había removido algo terrible, algo inquietante en la mente o el corazón de esa mujer, y me acerqué para preguntarle qué le pasaba.  Ella casi no había hablado, y ahora,-como las pocas veces en que lo había hecho-, lo hacía entre susurros, con una voz demasiado débil y una pronunciación por momentos casi ininteligible. Sólo alcancé a comprender algunas frases: que algo era exactamente igual a alguna cosa anterior, que era increíble, que le recordaba a Italia, -donde ella había nacido-, y a viajes que había hecho por España y Venecia con su marido, y sobre todo recordaba con mucho placer las góndolas ... Y emocionada decía cada vez  más fuerte: ¡"Gracias Señor! ¡Gracias Señor!"

No puedo explicar lo que sentí al ver sus ojos: eran unos ojitos muy pequeños, muy azules, ahora llorosos...De un lado los de ella, del otro los de mi madre...No podía evitar mirar para un lado y para el otro, una y otra vez…De un lado “¡Gracias Señor Gracias Señor!”; del otro mamá moviendo su bracito con suero siguiendo el compás y tarareando lo que podía…Y en el medio de ambas, o de las tres, la música, circulando, haciendo posible la magia…

“Volaron ángeles en ese cuarto, lo sentí en medio del pecho”, me dice una amiga cuando cuento parte de esta historia . Y siento que sí, que algo especial sucedió: una epifanía, un momento de pureza irreductible, algo intensamente vivo, que me hizo sentir cuánta vida puede haber en la muerte, en  los que aparentemente están un poquito más fuera del mundo que los que aparentemente estamos más metidos dentro de él, de este mundo que nos aparta, que nos doblega, que nos aleja de esas pequeñas cosas por las que daríamos toda una vida de dudosas alegrías compradas en medio de la luz de la ciudad…

***

Por supuesto que la enfermera vino a retarnos: porque la tele estaba muy fuerte, porque la música era  “triste", y porque ya para tristezas sobraba...Traté de explicarle infructuosamente que ellas habían estado felices, sumamente felices. Pero ¿cómo explicarle a alguien casi desconocido y sin la intuición suficiente lo que había significado ese momento? No, no entendió, no hubo caso...Y no era una mala persona, era cálida, macanuda; pero creo que se asustó, que no era familiar para ella ese tipo de sonidos. Creo que si hubiera sido reguetón o fútbol no se hubiera quejado tanto...

Ahora… lo de “triste”...¡Eran partes orquestales y vocales de Carmen, de Bizet! ¡Y encima cerraron con "Granada...tierra soñada por mí..."!

¿Qué cosa es la tristeza para alguna gente?

***

Todo un detalle: esta mañana me enteré de que a Ofelia, -a quien creíamos huérfana del mundo-, la cuida Mabel, la portera del edificio: Ofelia no está sola, no está del todo sola.

Mabel es una mujer joven, no más de cuarenta años; pero está cansada, y a veces se queda medio dormida. Viene especialmente a darle el almuerzo desde la otra punta de la ciudad en el horario en que descansa de la portería; luego se va a su trabajo y vuelve por la tarde, un ratito apenas, para darle la merienda. Esos dos días no pudo venir porque no se sentía bien, pero ahora ya se repuso.

Por eso es que los médicos la creen a Ofelia sola en el mundo, ya que cuando ellos pasan no hay nadie que reciba los informes, nadie registrado como familiar.

Mabel fue quien la acompañó cuando la internaron, y me cuenta que ella ya  le llevaba de comer al departamento, porque la buena mujer es viuda, vive sola y tiene alzheimer. Ofelia la llamaba a Mabel por teléfono todos los días, y Mabel también iba también a verla en los ratos libres, para acompañarla un rato.

Con razón que me extrañaba a mí que una mujer totalmente desamparada tuviera en la mesita de luz un rosario, un vaso, talco… Esas cosas que sólo se ponen en la mesita de luz de alguien a quien se conoce y se quiere.

Me dice una amiga cuando le cuento esto que por algo Ana Frank decía en su diario : ”A pesar de todo yo sigo creyendo que el hombre es bueno..." Otra amiga me pide que por favor, le siga contando estas historias porque le refrescan el alma. Mientras, yo me siento en medio de esta urbe desquiciada  escribiendo por facebook como una Sherezada de hospital. (2012)

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