Hay un bello poema anónimo japonés del siglo XII que me acompaña hace años:
ciruelo de mi puerta:
si yo no regresara
la primavera siempre volverá.
Tú florece
Pocos poemas tan generosos como éste. "Tú florece". Siempre, tú florece. Tanto cuando se lo decimos a quienes queremos como cuando alguien que nos quiere nos lo dice a nosotros. El deseo de vernos florecidos, el deseo de quien nos ama, el deseo de que los que amamos florezcan con o a pesar nuestro, y el deseo de vernos florecer a nosotros mismos.
Y me hago acompañar ahora por el poema del amigo Gerardo Lewin :
PATIO
El limonero de casa es infeliz.
¿Hay otro modo de decirlo?
Vive, pero no ha dado frutos
y en su tristeza amarillenta
me insinúa: deja ya de regarme...
¡Ah! ¡Si sólo pudiera irme lejos!
Ahora, en esta fresca noche de primavera vieja,
yo escribo y él deja caer una hoja seca.
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