Inesperadamente, llegué serena, muyyy serena; quienes me acompañaron quedaron abajo, y yo arriba. Me pidieron que me desvistiera de todo, y así lo hice, de mis amuletos y mis acompañantes invisibles también, y quedé como cuando nací, sólo que envuelta en cofias semitransparentes y una sábana, sin ser fantasma, toda de blanco... Decía la amiga que me acompañaba a las que esperaban por guatsap que parecía una novia... histeroscopía, suena a histeria, histeria a útero, parece que froid se inspiró en eso aunque los histéricos varones no lo tienen, y útero suena a cofre, a lugar muy sagrado y simbólico, y no sé si habrá colaborado el reiki que un amigo me envió, la cosa es que antes de entrar al quirófano ya tenía los ojos que se me cerraban, somnolencia, sonrisa como de todos los porros que jamás me fumé en la vida, y así me iba cruzando con diversos personajes que me hacían las mismas preguntas, sobre qué medicamentos tomaba, enfermedades, etc, y otras menos previsibles y raras como por ejemplo si usaba lentes permanentes, lo que dio lugar a que la mencionara sin dar nombres a Mar por la intervención en mis lentes de ver de lejos, o qué religión profeso, a lo que respondí que era un combo. Todos muy atentos y simpáticos. Cuando fui invitada a pasar a un "pre-quirófano" me encontré con una compa que era muy bella, también de cofia y sábana blanca, delgada, que había dicho que estaba ansiosa, y cuando le preguntaron qué operaciones tenía encima habló de una rinoplastía. Todas las que estábamos ahí era por lo mismo, o sea úteros, endometrios gruesos, pólipos... Nos pusimos a charlar, hablábamos de la diferencia entre la anestesia que íbamos a recibir en este caso, que era mucho más leve, y la que recibimos en las anteriores operaciones...Yo hablé de la anterior, que también fue de mi útero, y de cómo al despertarme le dije "gracias, doctor" al cirujano, y a continuación le vomité encima, y ella me contó que también vomitó tras la rinoplastía, pero con mucha sangre porque eso sucedía en esas operaciones. En una fracción de segundo tuve ocasión de pensar "y para qué corno te fuiste a operar de algo tan prescindible", o sea, que no había pasado otra fracción de segundo y ella me explicó que su nariz se había fracturado y presentaba un sobre hueso, y para mis adentros me reí de mí y de todos los prejuicios que tenemos los no prejuiciosos. Luego la llevaron a operar, y llegó una muchacha de treinta y uno con la que también charlamos un buen rato; ella no tenía pólipos ni nada, sólo que ese era el problema. Quería tener hijos, y no quedaba embarazada. Y me empezó a contar que su madre había tenido seis, y su abuela trece, y no sé qué otra parienta veintidós, y de pronto le dije que yo nunca había hecho, pero que existía una terapia llamada constelaciones familiares que según parecía, ayudaba a destrabar cosas ancestrales y me dijo que lo iba a anotar, que ella creía en dios, y en que dios le iba a conceder su deseo. Y luego me llegó el turno a mí, y también fue inesperado que lo esperado no sucediera esta vez: quiero decir que eso de contarte chistes en el quirófano, o cantarte Malena canta el tango, -como lo hizo una vez uno de mis operantes-, esta vez no quiso ser así. Todos empezaron a trajinar con mi cuerpo y una mujer a mi izquierda, mientras me hacía doler mi mano con una aguja, me interrogaba por quinta vez sobre la medicación; y mientras yo le explicaba que ya había respondido eso y que me estaba haciendo doler, empezó a decirme que me aflojara, que ella era la anestesista y necesitaba saber, con una voz de bruja mala que metía pavura... Y de pronto uno de los enfermeros me acarició un hombro y le pedí que me contara un chiste. Me dijo que no sabía ninguno, y le pedí que entonces me volviera a acariciar el hombro, cosa que hizo mientras me quedé dormida sin darme cuenta, y fue entonces cuando una amable doctora me preguntó cómo estaba y le dije que esperando que me operaran, y me dijo que ya lo habían hecho.
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