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martes, 28 de junio de 2022

PEMA CHÖDRON: GUIÑARNOS UN OJO EN LA INTEMPERIE


 ¡Qué profundo agradecimiento siento por haber leído y seguir leyendo a Pema Chödron!

En el prólogo de su libro nunca suficientemente citado "Cuando todo se derrumba", es cuando ella, -refiriéndose a un año sabático en el que lo armó a partir de borradores de charlas dispersas-, dice:

"De vez en cuando miraba algunas transcripciones. Las había de todo tipo, desde pedantes hasta deliciosas. Fue interesante y vergonzante tener que enfrentarme a semejante profusión de mis propias palabras. Gradualmente y a medida que avanzaba la lectura empecé a ver que, fuera cual fuese el tema elegido para la charla, el país en el que estuviera o el año en que la escribí, había enseñado incansablemente sobre los mismos temas: la gran necesidad de maitri (bondad amorosa ante uno mismo) y el desarrollo de una actitud compasivamente intrépida hacia nuestro propio dolor y el de otros."

Para decir más adelante: 

" Me dio risa comprobar que, tal como él solía decir (se refiere a su profesor Chögyam Trungpa Rinpoche), hacernos amigos de nuestros demonios y de las inseguridades que les acompañan nos lleva a una relajación y alegría muy simples y nunca suficientemente valoradas".

Hace ya tres años que este libro es mi libro de cabecera. Y si hay libros que llegan en el momento oportuno, nunca tan oportuno y tan EL LIBRO, como en este caso. No me canso de leerlo, y yo también me río cuando de pronto, al marcar con el dedo una página cualquiera y entrar en ella, descubro que se trataba de una parte que por alguna razón estaba menos explorada y subrayada que otras. Y también descubro que esa razón era simplemente que yo no llegaba a comprenderla porque no la había experimentado aún, o vislumbrado siquiera.

Creo que ningún libro que haya llegado a mis manos está tan subrayado como éste, a punto de que creo que va a terminar completamente subrayado, porque al leerlo cada vez, siento que cada párrafo es insustituible.

En mi caso, atribuyo el inmenso poder de las enseñanzas recibidas al descubrimiento de Maitri. Indudablemente hay un antes y un después de este advenimiento. Y también me dejó perpleja en el instante uno que lo que yo leí y me hizo comprar el libro, fue ni más ni menos que escuchar lo que ya instintiva e intuitivamente había descubierto por mi cuenta y empezado a practicar. Esto no es presuntuosidad, sino la sencilla constatación de lo que ella, y en ella la tradición del budismo tibetano, describen como las posibilidades del dharma, camino abierto a todas las existencias, a todas las experiencias de las vidas humanas.

Maitri es el puente que reconecta todas las experiencias personales a la aceptación incondicional, que permite ir hacia la aventura más honda, que acaso sea la de desconocer-se, la de inventar un camino que nos permita dejar de transitar las mismas respuestas para responder las mismas preguntas con las mismas conductas. Ir en contra del núcleo, relajarse en lo que es, recostarse sobre las aristas filosas, -por citar algunas metáforas que emplea-,  o en mis palabras de hoy, permitirse ser hasta reírse, lo cual aplicado a mi persona en particular, no ha sido un asunto menor. 

Jamás tuvo mi risa un protagonismo en mi vida, más que eso que todos describían desde mi niñez como una especie de risa sofocada, tragada, se podría decir. Así que he nacido a mi risa actual, y no sé cuántas metamorfosis más tendrá. Lo mismo que el resto de eso que doy en llamar yo.

Hablo de mí, porque no encuentro otra manera de compartir mi fe en estas enseñanzas, porque no puedo hallar más que en mi propio testimonio el aliento que deseo ofrecer a que quien se sienta en pleno caos, derrumbe, o cualquier otra metáfora del desastre personal.

El camino no termina nunca, pero hay un buen aliado en el Maitri, un excelente aliado para todos, para vivir en este mundo que también está en caos y derrumbándose, y también está naciendo en este mismo momento, si nos permitimos ser algo más audaces con nuestro propio dolor y con el ajeno también.

Y guiñarnos de tanto en tanto un ojo, amigablemente a nosotros mismos, y a nuestros compañeros de camino, con perdón por el atrevimiento.


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