Un dolor que no es el suyo, Maxy Cambiasso

 Hoy estuve frente a un hombre roto.

¿Qué se puede decir cuando se rompe un hombre?

Un nudo en la garganta, las palabras brotando a borbotones por una grieta que no se dejaba ver pero que se sentía.

“Hay que seguir” -me decía- Y yo me sentía chiquito, pequeño, minúsculo ante tanto dolor contenido.

Llorá que son macanas que los hombres no lloran, llorá que acá faltan palabras y sobran deberías.

No sé vos pero yo me quedo, como sea me quedo, como pueda me quedo y no me voy a ningún lado. Perdón por los que se han ido, es que tu dolor les recuerda el suyo propio y hay quienes no pueden con eso, yo puedo, al menos yo quiero poder, no sé cómo y no importa, quiero poder quedarme acá, contigo.

El ruido que hace un hombre cuando se rompe no debería dejar el alma tranquila, el estrépito de un hombre roto debería dejar muda la galaxia y el Universo, deberían sangrarnos los oídos, brotarnos lágrimas de los ojos hinchados del llanto, deberíamos rascarnos la piel con llagas amarillas y dolernos los labios ajados y resecos; deberían poblarse los sueños de pesadillas hasta que reaccionemos, hasta que podamos hacernos cargo del dolor de un hombre, del dolor de una mujer, del dolor de un Niño; hasta que podamos hacernos cargo del único dolor que realmente existe, porque no hay más que un sólo y único sufrimiento, todos nos dolemos iguales.

Estamos jodidos

pero estamos despertando

y somos muchos.

Todavía al mundo le sobra gente que enjuicia un dolor que no es el suyo.

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