(escrito de hace ya unos seis meses...qué lo parió, Mendieta!!!)
Resulta que a todas las facciones políticas de tanto en tanto se les cae una buena idea, y debido a estas contingencias uno se entera que, de repente, en la plaza empezaron a dar clases abiertas y gratuitas de diversas actividades que podríamos englobar con esa palabra medio viejita: “gimnasia”.
O sea que después de desasnarme en guguel, me enteré del significado oculto de la sigla GAP, - Glúteos, Abdomen y Piernas-, y de qué cosa es el famoso streching. Una vez hecho todo esto, fui a probar, y me encontré con una profe jovencita llamada Sol, excelente y súper simpática, y al cabo de varias pruebas, me quedé con el GAP por ser más aeróbico, dada mi necesidad de ir por ese lado. . . , y todo esto sin traicionar a mi querido yoga chino.
He podido tomar ya varias clases, y de a poco voy tratando de encontrar una cierta rutina dentro de mis horarios, por alguna razón siempre azarosos.
Lo cierto es que me resulta hermosísimo mover una gamba o un brazo y terminar de uno u otro modo mirando al cielo y los árboles, mientras suena la música.
Voy con Mar, y no sé si ella se divierte mucho esperándome, mientras nos mira movernos atada a la reja o a un poste según corresponda, pero la gente que participa la acaricia y pondera su buen comportamiento, que terminará cuando le suelte la correa para que sea ella la que se ejercite y esparza en sus juegos y corridas habituales.
Somos mayoría declarada de mujeres, con algún que otro hombre que lo intenta, aunque hasta ahora es evidente que no perseveran demasiado los caballeros… capaz que por el entrenamiento férreo que tienen los masculinos clásicos en no tolerar demasiado la frustración o la ridiculez, y más aún si es en público, cosa que a nosotras parece no inhibirnos tanto ya que exhibimos con buen humor nuestras flaccideces, faltas de coordinación y todo aquello que nos hace sentir tan inadecuadas como a ellos, respecto de los malditos moldes culturales con que se mide y somete la gracia de nuestros cuerpos.
Es muy divertido hacer chistes mientras nos alcanza el aliento, mirarnos y reírnos de nosotras, - incluyo aquí a los señores perseverantes y rotativos-, y es de destacar la jovialidad de algunas ancianas dispuestas a reírse de sus errores y agradecer a la profe por su buena disposición y por todo lo que se aprende.
Mientras nuestro aliento hace lo posible y más también por acomodarse al ritmo de la música, va sonando el amplísimo repertorio que en tonos mayoritariamente caribeños nos pasea anárquicamente por todas las penas y alegrías del amor, y mientras nos agitamos y sudamos nos pide que olvidemos a ése, o nos invita a recordar a tal otro, eso cuando no nos exige que ni intentemos mirar hacia atrás, -cosa que además no sería posible al ritmo vertiginoso que nos lleva puestas-, o se le ocurre ponernos a imaginar cómo sería hacer cositas con esa persona especial por la que languidecimos o languidecemos, todo esto mezclado con una buena guarnición letrística de celos, cuernos y sábanas ardientes.
Es decir que sea cual fuese la pena de amor de turno, podemos tararearla mientras nos movemos, y la afortunada que esté gozando su mejor momento podrá también despacharse cuando le toque vociferar que su amor es azul como el mar azul.
De vez en cuando suena algún rock nacional, o aparece Fredy Mercury con Love of my life para las elongaciones finales, todo lo cual es muy estimulante y nos hace olvidar todo lo que le hemos pedido al pobre cuerpo de hermano durante una hora.
También por una hora nos hemos olvidado de la economía, de quién ganó las elecciones y de por dónde pasa el límite clarísimo a partir del cual el bien es bien y el mal es mal, pero ese es un tango de Eladia que no entra en la compilación, por lo cual nos hace un favor al permitirnos ignorar qué compañeros podrían ser presuntos habitantes del lado opuesto de la grieta en que estamos enfangados.
Cuando todo termina, nos saludamos cordialmente, alegres, con la sangre revitalizada que nos riega por dentro como un río benigno y amable, y hasta nos deja apreciar el inusual paisaje de gente que se ha sentado a mirarnos, en el cual se encuentra la señora. . paralítica que todas las clases le pide a su acompañante que la acerque hasta nosotras. Al parecer su alma se alegra y su cerebro baila al compás de las imágenes que ve, tal vez porque tenga un corazón generoso que le permite imaginar y deleitarse.
Así es como la plaza, -ese monumento al círculo que desde que tenemos noción del tiempo y el espacio nos une simbólicamente-, contiene la diversidad más bonita y vuelve a ejercer su magia.
Sol y Mar dan fe de su antiguo entendimiento.
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