Tan inquietos, afables.
Tan garganta, tan lengua.
Tan mudos en respuestas.
Tan capaces de hablar sin decir nada, de armar tramas complejas, de clavar una espina.
Tan silenciosos, frente a las miradas, frente a ojos que hablan.
Asomados a ventanas que aún resisten y a otras y otras, siempre nuevas.
Lejos del piso. Solos.
Parlanchines de médanos. Escurridizos.
Tan esquivos, urgentes, entusiastas del yo.
Tan acróbatas.
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