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jueves, 7 de octubre de 2021

BEATRIZ, de Canciones que me enseñó mi madre


A Beatriz la cuidan tres hombres. Ninguno es  de su familia. Oscar es el albañil de toda la vida, que se viene desde Moreno en tren; Pablo, el amigo del hijo de Beatriz, tocaba jazz con él, su único hijo, que falleció a los veintitrés años. Ese hombre fue quien la llevó a internar. A mí me llamaba mucho la atención que la tratara de “Usted”. Luego él me contó que le prometió al hijo de Beatriz ocuparse de ella en su lugar. Y por último Adrián, que es el muchacho que tiene el negocio enfrente de su casa. Y todos alternándose y comunicándose para asistirla.

He sido una especie de secretaria que los tenía informados de si había o no comido bien, de si habían o no pasado los médicos, etc, etc... Ahora nos cambiaron de ubicación y los extraño.

Cuando cuento todo esto me dicen que Beatriz debe haber hecho sin duda algo muy bueno para merecer esa suerte. Y es que ella es una dama encantadora, de un gesto muy dulce, aunque poco pudimos conversar (tiene la voz muy apagada y le cuesta hablar). Pero creo que hay una cuota de azar en dar con tres hombres dispuestos , hombres que tienen sus familias, sus hijos, que pueden aparecer poco por el hospital, pero que se están ocupando de todo, de sacarla adelante, de hacerle los trámites, de hablar con los médicos y pelearlos como siempre nos toca hacer...Pablo perdió a su mamá el año pasado. Adrián tiene a la suya en un geriátrico, con un alzheimer muy avanzado, y el tercero (Oscar, con quien menos hablé, el señor de Moreno) tiene a su niño que aprende violín, cosa que Beatriz destaca, ya que a ella le encanta la música, y disfrutaba enormemente las veladas musicales en que su hijo y otros amigos tocaban jazz hasta que las velas no ardían.

Digo: la cuota de azar de dar con estos tres varones (y lo recalco porque en los hospitales las que más cuidamos somos las mujeres, y más aún a otra mujer), tres varones  que algo bueno también habrán hecho, y hacen, y me llenan de ternura y conmovedor respeto.

***  

Hoy me enteré de que Beatriz murió. Me lo dijo Pablo.

Cuando ella llegó al hospital, casi al unísono con mamá, era impensable que una señora lúcida en extremo como ella y no demasiado mayor, pudiera perder la vida por una operación de cadera.

Los tres hombres que la cuidan, -su familia-, coinciden en pensar que extrañó tal vez demasiado la música de su hijo, y que por eso partió para escuchar “Tenderly” para toda la eternidad.

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