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lunes, 16 de mayo de 2022

INSTANTÁNEA: OBSERVATORIO ASTRONÓMICO

desde mi departamento no se ve la luna. Hoy en el canil, una de las damas presentes me aleccionó acerca de hacia dónde debía mirar, desde qué esquina y a qué hora se hacía visible. Acabo de hacerle caso.

Bajamos Mar y yo. Desde la pandemia, pocas almas se ven en la calle tan tarde para ser domingo. Pero el eclipse lo merecía, y bajamos. Hace un poco de frío por aquí y paré en el kiosco a comprar un tentempié de cereales, cuando me encontré con que Mar estaba siendo festejada por un señor que estaba sentado ahí abajo. Se trata de un hombre de la calle nuevo, y digo de la calle y no mendigo, porque él no pide nada. La primera vez que lo vi fue hace exactamente tres meses y medio. Lo recuerdo bien, porque también estaba llegando a casa a una hora inusualmente tardía y le pregunté si necesitaba algo. Era la madrugada del año nuevo chino, por eso también me acuerdo. Y porque me dijo que no necesitaba, y me sonrió aunque a las claras se veía que sí necesitaba.

Hoy la abrazó a Mar , - y ella se dejó abrazar-, de ese modo en que lo hacemos los humanos cuando necesitamos el contacto de un animal noble a quien aferrarnos en medio de alguna noche. Volví a preguntarle si necesitaba algo y me miró a los ojos mientras volvía a decirme que no. Sus ojos eran buenos. Y estoy empezando a practicar en módicas dosis algunos deportes de riesgo como confiar en ciertas percepciones sin abandonarme ciegamente a ellas ni cometer bondades imprudentes.

Seguí camino. La noche por aquí está nublada, y por un minuto dudé de continuar caminando hacia la esquina indicada, pero me dije que si ya había empezado, debía seguir unos pasos más, que tal vez la inutilidad de hacerlo no fuera tal... Y en eso estaba cuando al mirar para arriba ella apareció: sí, la luna eclipsada, brillante y blanca refulgente e incompleta, como es propio en estos casos. Me emocionó verla. Y en sólo dos segundos volvieron a taparla las nubes. Estaban en movimiento las nubes. Era una bruma oscura pero móvil. Empecé a pedirle cosas como si fuera una santa y de pronto me dije que era hora de parar con los intencionamientos y esas cuestiones, que están muy bien pero hoy no, en este momento no; sólo quiero mirarla y celebrar que esté ahí en el cielo, quizás la única cosa bella que hoy nos iguale en el mundo entero: una hermosa luna eclipsada para todos los mortales que transiten la noche en algún lugar del planeta tierra.

Apareció y desapareció unas tres veces más ante mis ojos, porque los de Mar estaban distraídos en otras cosas.

Volvimos caminando. Le regalé un alfajor al señor, no sé si lo comió porque estaba hablando solo cuando se lo di, lo cual no impidió que acariciara y abrazara nuevamente a Mar antes de que siguiéramos el camino hacia casa. Pensé que yo tampoco había querido pedirle algo a la luna.

La foto se la debo. A la luna, digo. Está en mi corazón.


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