Hace un tiempo improvisé un apunte-poema al que llamé "la esperanza".
La esperanza en el sentido de la espera, de lo que espera en nosotros. Y de todas las cosas que hacemos y somos capaces de hacer para continuar en esa espera, muchas veces de un objeto preciso, muchas veces de situaciones o actos externos a nosotros, muchas veces de milagros que no nos involucran, sino más bien a otros, a los que muchas veces nombramos internamente dueños de nuestro bienestar, o felicidad.
Esa esperanza es a la que alude la querida Pema Chödron cuando habla en nombre del budismo, caracterizándolo como un ateísmo, en el sentido de no aferrarse a "niñera" alguna. Por niñera ella entiende ese "algo" que buscamos, para aferrarnos, para ampararnos, para estar a salvo, incluso en ideas y doctrinas, budismo incluido. Tal vez pueda haber algún parecido, algún punto de roce con el psicoanálisis en esto, pero hasta ahí... El budismo tiene en su carta magna la premisa de hablar sólo de lo que se ha experimentado y comprobado en carne propia. Aunque también la voz del propio Sócrates advertía que a la verdad no se llega nunca por completo, pero el camino hay que hacerlo a riesgo y cuenta propios.
Aunque también podemos pensar de otro modo la acción de esperar, porque la espera es una distancia real bien necesaria entre lo que hay y lo que se vislumbra o desea. Por más que la ciencia haya avanzado monumentalmente, ninguna madre sabe cómo será el primer encuentro con su hijo recién nacido hasta que eso suceda, ni por bien que se siembre, nos es posible adelantar los resultados de una cosecha. En ese sentido la espera es un tiempo que puede ser muy fecundo.
Pero la otra espera, la antojadiza, o aun no siendo caprichosa, la que se pone la batuta en el cerebro, y queda fijada en un solo resultado deseable y posible...esa espera por lo general tiende a querer forzar al destino, y es a la que quise referirme.
Sin embargo, mi admirado y querido Paulo Freire vuelve a despertarme, al hablar sobre la esperanza de otro modo. No es más que un texto que está circulando mucho en las redes por estos tiempos, y que habla de otra esperanza ya no ligada a la espera, a la pasividad, sino a la creatividad.
Hago eco en sus palabras, y me trae a eso que llamo "intencionar", palabra con la que deseo designar todos los preparativos que es posible hacer desde el alma hasta las manos, para traer ya no cosas externas (a-traer), sino nuevas costumbres vitales a nuestra propia existencia, y por qué no, a la existencia colectiva.
Él dice:
“Es preciso tener esperanza, pero tener esperanza del verbo esperanzar; porque hay gente que tiene esperanza de verbo esperar. Y la esperanza del verbo esperar no es esperanza, es espera. ¡Esperanzar es levantarse, esperanzar es perseguir algo, esperanzar es construir, esperanzar es no desistir! Esperanzar es avanzar, esperanzar es juntarse con otros para hacer las cosas de otro modo… Es preciso reinventar el mundo, buscar su belleza. Belleza que pasa por nuestra capacidad de imaginar, de crear, de actuar, de transgredir… de comprometernos con la existencia humana, alimentados aquí por la esperanza”.
Voto entonces, e invito a votar por esa forma de la esperanza.
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