Creo
que está muy bien, que es necesario alzar la voz, frente a las señales de
alarma que a uno le disparan las tantas cosas que se están normalizando en un
mundo que tiende cada vez más a la crueldad.
Pululan
banderas rojas ante psicópatas sueltos, pero nuestra sociedad, y la opinología
que la sostiene apunta cada vez más a la fabricación en serie de personas
egoístas en extremo, sólo que ahora ese egoísmo real se disfraza de nociones
bonitas, como vibrar alto, como soltar, como sanar, como amar
"sanamente", como expresarnos a nuestro antojo en nombre de la
libertad, etc, etc, etc.
Y,
-por supuesto, con límites, y todos los necesarios-, habría que empezar a
decir, y hasta a gritar, que vivir es otra cosa. Vivir de veras no nos preserva
del dolor, amar de veras es imposible si nos corremos todo el tiempo de la
posibilidad de que el otro tenga defectos y falencias, como si nosotros
oliéramos a rosas todo el tiempo.
Soltar,
- ese nuevo imperativo categórico-, se ha transformado en un desprestigio de la
noción original de ese concepto, para convertirse en una autorización para el
crimen invisible de dejar más sola aún a una persona quebrada, en un mundo que
niega el dolor , y la acosa para que supere rápidamente lo que sea que le
duela, para que sane, pero que sane rapidito eso sí, para que los duelos sean
meras palabras, porque toda persona que ha hecho duelos de veras sabe que un
duelo es un proceso largo, y que como su nombre lo indica, duele.
Casi
nadie quiere acompañar en esos trances, pero todos queremos ser acompañados
cuando nos toca el turno. Casi nadie quiere escuchar hablar sobre dolores que
no conoce ni le importan, excepto cuando sean los suyos, tal vez, algún día.
Sanar
duele, crecer duele. Transforma, y ésa es la parte que vale la pena, pero no
ahorra el proceso.
Soltar
sólo es el final de un largo e intenso y HONESTO proceso de identificación de
lo que en nosotros hace daño , a otros y a nosotros mismos. A veces, requiere
ayuda profesional.
Soltar
no es soltar personas: es soltar actitudes y hábitos propios.
Soltar
a veces, implica darse cuenta de que hemos hecho todo lo posible y más aún, por
ayudar en situaciones en las que ya no podemos hacer más nada, y entonces
dejamos en manos del universo o dios o como queramos llamarlo, eso que siempre
lo estuvo en esas manos, no en las nuestras.
Pero
no nos exime de haber intentado colaborar primero.
Y
también observo que mucha gente aún cree en la vida como algo estático y
predecible, un escenario que no se mueve, y en el que es posible ponerse a
trabajar con uno y salir al mundo nuevito de una vez y para siempre. Cuando en
realidad, si la vida siempre fue impermanencia, hoy esa característica es
quizás más fuerte que nunca, y hay que arremangarse con el día a día, porque no
tenemos, como bien dice Pema Chodron más maestro QUE ESTE PRECISO MOMENTO, QUE
ESTA PRECISA CIRCUNSTANCIA QUE ESTAMOS VIVIENDO.
Es
de nuestra capacidad para auto-observarnos, para ralentizar la marcha, la
escucha, la autoescucha, que depende el diario barajar y dar de nuevo, con
nosotros mismos y con el otro. Día por día, incesante e implacablemente.
Trabajar.
Y
como veremos frutos, esos frutos serán los que nos alienten a seguir, no las
burdas recetas baratas del entorno, de las redes,- que tantas veces nos sirven
pero otras muchas nos enredan-.
Y
nada de esto implica dejar de poner límites hacia los demás cuando es necesario
hacerlo, porque el límite es un acto de amor. Buda decía que nadie puede hacer
por otro lo que ese otro debe hacer por sí mismo. A veces la vida nos hace salir
a patadas de la zona de confort en la que estemos metidos, aún de un
confortable victimismo crónico, pero ya eso es otro cantar.
La
vida siempre es más imaginativa que uno, decía un amigo hace tiempo. Más
imaginativa y más sabia. Una excelente maestra que nos invita a aprender en
cada momento, a patadas si fuera necesario.
Pero
no sumemos más patadas, por favor. Delicadeza, por favor, tiempo, honestidad,
dar lugar a lo que es, relajarse de a poco en la confianza en que este mundo
siempre ha sido un buen escenario para apreciarlo y hacerle el regalo de
aprender a vivir un poco más bonito, aunque cueste, aunque nos lleve la vida
entera.
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