ella, que fue destetada prematuramente y que por ese hecho abyecto de ser arrojada a un río en una caja con sus hermanitos teniendo quizás dos o tres días, carece de lo que otros perritos tienen, que es la posibilidad de graduar la mordida -algo que les enseñan su madres perrunas en el destete. Ella, a quien se le otorgó un diagnóstico de palabras feas como todos los diagnósticos, el cual decidí desconocer y que significaba más o menos que ese agujero negro lo iba a llevar puesto siempre. Ella, mi perra Mar, la misma que despedazó juguetes de plástico rígido y los hizo astillas, la que tiró de su cadena hasta romperla y no podía dejar de morder fuerte mis manos, hoy sabe perfectamente cómo jugar conmigo sin lastimarme. Tal vez eso nomás sea el amor.
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