lo más hermoso que vi hoy: a Mar chupando la botella vacía de aceite que le dejé para que jugara como si fuera una mamadera mientras yo miraba una película interesante, justo o cerca de una escena en que un sueco borracho llora de impotencia porque no puede asimilar que el idioma de hitler sea el mismo que está sonando en ese momento en una obra de Mahler. Y un adolescente lo abraza.
Luego, ya casi al final de la película, una niña canta en alemán una larga y sentida canción y mi perra levanta la cabeza y mira la pantalla atentamente. Entonces siento una emoción grande y satisfacción de haberle enseñado lo que es cantar.
Hay personas que no cantan en su vida cotidiana, y en esta casa se canta y se baila y ella sabe reconocerlo como alegría. No sólo en mí. Hace poco una compañera de canil con sus auriculares inalámbricos puestos empezó a mover su cuerpo al son de lo que oía, y Mar fue hacia ella para jugar, para compartir eso que entiende tan bien como entiende el dolor, así como el adolescente de la película entiende que ese hombre chupado y melómano es la expresión de todo lo que se rebela en este mundo ante la falta de belleza, y ese gesto, esa mano que quiere rodearlo con timidez, y luego le acaricia la cabeza, de hombre a hombre, es la máxima expresión de la ternura.
(escrito en trasnoche de convalecencia)
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