Cuando el humano duerme
guarda algo del animal que fue.
En algún momento de su sueño
el respirar acompañado y los ojos dulcemente cerrados
me dan la paz de saber al durmiente
en un territorio ignorado pero seguro,
una salva de sí mismo
y de las cosas que diurnamente lo inquietan y obnubilan.
Mirar ser a un ser dormido,
un humano durmiente,
es maravilla de paz en un momento tibio
cuando lo más dulce de esa conciencia
-ahora librada a su suerte en otro campo-
resplandece en la calma, rezumante.
Cuando el humano duerme
es una sonrisa que respira.
Por un momento todo vuelve
a la nobleza original de las cosas
y se acomoda en el sitio inocente
en que un cervatillo o un perro,
un canario o un oso
comparten la misma esencia buena.
Cuando el humano duerme
es un animal secreto.
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