En mi plaza -¿por qué la
llamo mía?-
hay un árbol que
me gusta, y otro
y otro. Hay una calesita
en la que suenan canciones que ya oía en mi infancia
para que otros niños viajen
en caballos
En mi plaza hay perros que
juegan
y adultos que los miran
Hay el sol pleno y fuerte
niños que se sorprenden y
máquinas de hacer gimnasia
Hay asientos de madera donde
la gente come,
duerme o se abraza
y senderos por donde Mar retoza y se pierde
En mi plaza hay gente que se
está enamorando
y un cajoncito para poner
libros
que algunos llevan
y que cuando llueve está
tapado con plásticos
Una mujer extranjera y
pálida
vestida con traje de paisana
antigua
que acuna a una niña de
meses
y otra mujer paralítica que
llega puntual a mirar
la clase de gimnasia los
miércoles a la tarde
En mi plaza hay gente que
ensaya pasos de baile
y practica el corno leyendo
de un atril apoyado en el pasto
Hay botellas con agua
olvidadas en los asientos
y la sed con que algunos
van a calmarle el hambre a
los mendigos
Hay de esos hombres tristes
sin correa
y otros tomando helado,
un rincón en que dos se
besan y se olvidan del mundo
y quien se acuerda de todo al observarlos
Hay quien toma la presión a
ancianos e insolados,
muchas personas sentadas como si esperaran ser descubiertas
La bandera que flamea entre
las copas de los árboles
Olor a pasto que se
despierta en algún sitio
Viento y brisa
Un juguete para cada perro
Un pedazo de cielo para cada
alma
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