alguien dijo, susurró algo, que alguna vez en medio de una nochecita del alma me hizo sentir tan bella como la higuera de Juana se debe haber sentido.
Pensaba en eso hoy, y recordé este poema, porque más allá de si se trata o no de llamarse higuera, cuando una se siente llena de ramas grises, invisible, fea, e incluso una especie subalterna de repelente ambiental, esas vocecitas que ni saben todo lo que nos salvan, hacen del piropo una de las creaciones más útiles del universo universal, amén.
LA HIGUERA
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
Yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
círculos redondos,
rectos limoneros
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten....
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensata de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
( PD: mmmm... ¡y qué rico llegar al fruto! )
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