Dícese de las personas buenas.
Dícese poco, si se tiene en cuenta la tremenda importancia de esta palabra que debería decirse más, mucho más.
No sé si la bondad es parte de la naturaleza de todas las cosas de este mundo, pero me gusta creer que sí, porque si el humano no es capaz de bondad ¿para qué ser humano?
Bondad simple, parece algo siempre ligado con la posibilidad de que haya alguien más en la escena, porque no somos buenos para nosotros mismos sino en tanto y en cuanto hay otros, y si deja de haber otros en nuestra íntima escena, dudo mucho de que estemos siendo buenos.
Bondad de ternura, de mirar con emoción algo vivo, un niño, un animal, una planta, una criatura cualquiera, con la emoción que acaricia su existencia, tenga o no conciencia de nuestra mirada.
Esa cualidad acariciante, esa música interna acompasada a la existencia de algo que es por fuera de nosotros y que nos produce felicidad, regocijo, alegría por su pura existencia, sin más, eso anda por ahí, cerquita de la bondad.
La falta de cálculo es una de sus características. Donde hay cálculo previo, balance de posibles ventajas o desventajas, no florece.
Bondad va junto con interesarse por, y va muy separado de interesarse para.
La bondad no tiene más fin que realizarse, porque depende del amor.
La bondad es eso que incluso en lo más adverso y doloroso, se resiste a ser ahogado.
Porque el sufrimiento intenso tiende a matar la bondad y el amor.
Sin embargo, la inocencia tiende a pensar lo mejor de todos y cada uno de nosotros, tiende a esperar siempre la hora de los milagros, tiende a querer ver lo mejor en los peores, se complace en aplicar el principio de caridad y los tres filtros socráticos que tan olvidados andan en este mundo.
Sin embargo la bondad consciente, la del que ha perdido la inocencia y sin embargo la evoca y la atrae hacia sí, la del que conoce el resentimiento y le da batalla porque desea seguir sintiendo las delicias de la inocencia por el mayor tiempo posible, esa bondad siempre es un tesoro.
La bondad se complace en integrar lo que dice con lo que hace.
Se complace en la ausencia de escisión entre teoría y práctica, entre predicar y realizar, entre un sistema de creencias que se pregona y la acción que queda detrás de la puerta después de colgar la ropa de calle en el perchero.
La bondad cuando se escapa, es algo que le duele al bueno, es algo que quiere reparar dentro de sí.
La bondad no busca el exterminio de los malos ni se regocija con su muerte, la bondad busca redenciones, y donde no las hay, se decepciona.
La bondad es un espacio de creación que no sabemos por dónde queda, pero al que deseamos acercarnos, y hacerle caso.
El éxito de este mundo depende de cuánto caso le hagamos a nuestra bondad.
Éxito en el florecer, éxito en el amar.
La bondad sabe que ser buenos con nosotros mismos nunca estuvo ni estará separado de ser bueno con los demás, y viceversa.
Cuando la bondad tiene que olvidarse de una de las dos puntas del binomio esencial yo y los otros, se resiente y sufre.
La bondad se amplifica cuando le hacemos propaganda.
Las pantallas ensangrentadas lo saben.
Pero la bondad, siempre es más fuerte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario