Hay que estar vigilando cada instante,
cada momento en que transcurre el tiempo,
cada segundo con la mente abierta,
cada golpe de luz, destellos de la vida,
para atrapar un ángel, el milagro
que cotidianamente se presenta
como alimento de nuestra subsistencia.
Es el oficio que nos marcó la sangre,
el cazador de cada fantasía,
el oficio común de andar viviendo
como un atrapador de la belleza,
esa que inadvertidamente pasa
entre golpes de vida, entre las sombras
y solo el ojo experto, acostumbrado
a ver la fiesta de colores
encerrada en el aire de las cosas,
procede a su rescate y reconstruye
una vida común, una alegría
que le sirve a la gente como pájaros
que vuelan hacia el sol y permanecen.
Vivir es un oficio ejercitado en la tarea
de atrapar milagros que navegan
en nuestra propia sangre
y en el aire de tránsito al futuro.
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