Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...


martes, 25 de mayo de 2021

ESCRITO CON EL PELO SUELTO



Ni con el pelo al ras como cuando era chica y mamá me lo cortaba bien cortito, ni con hebillitas.

Mientras te escribo esto, va suelto, arremolinado y libre, enrulado y canoso. Aún no sé si lo teñiré nuevamente. Quizás algún día sea azul, como lo soñé en un poema alguna vez.

Lo que sí sé, es que mientras te escribo te estoy abrazando. Es ahora esa noche en que bailamos lentos hasta tarde y no nos queríamos soltar, en el cumple de quince de Alejandra.   Y ahora, una de las tantas veces que me quedaba a dormir en tu casa, en ese departamento entrañable con buhardilla, ese cuartito con dos camas desde las que salían nuestras palabras a borbotones. Te estoy dando el brazo ahora, Andrés, esa noche en que volvíamos de otro cumpleaños y los amigos te habían tirado un huevo haciéndose los graciosos, pero vos ibas medio ofendido, aunque casi ni se te notaba porque andar ofendido no era lo tuyo…Usé la excusa de los tacos para agarrarte del brazo e ir así, caminando juntos hasta llegar a tu casa.

Yo vivía lejos a mis dieciséis, y tomar el tren a esas horas no era muy prudente. Ahora hemos avanzado un poco más y estoy en tu cama: de un lado nuestro compañero Ariel, y del otro lado vos y yo, después de una juntada improvisada en tu casa, que se prolongó hasta tarde. Habías preparado jugo de zanahoria y no sé cuántas cosas más que nos cayeron medio mal por la mezcolanza. Éramos varios los que nos quedamos esa noche, pero en tu cama, a la que le habías sumado el colchoncito, sólo éramos tres y uno de los tres roncaba.

Recuerdo que yo estaba en bombacha y remera porque lo de quedarse a dormir no había estado en los planes. Muy liberal nuestro grupo de terapia para esos años oscuros en que no se estilaban cosas como esa, inocentes y frescas, pero no convencionales, cosas que mi familia ni remotamente hubiera podido sospechar.

Así que nos miramos, y me preguntaste de quién era el cuadro que tenías colgado en la pared de enfrente. Era de Botticelli y acerté. En realidad, se trató de una adivinanza tramposa, que te daba la excusa justa para felicitarme tomando mi mano. No sabés lo fuerte que fue el impacto de tu mano en la mía, y lo increíble que me parecía aquella situación, porque eras vos, tan luego vos, deseándome a mí, que no me sentía capaz de atraer a ningún chico, y menos a uno que realmente me gustara. Te dejé acariciarme la mano, mientras me recorría una emoción extraordinaria, y luego suavemente fuiste rozando otras zonas con mucha delicadeza, sin pasar a las más íntimas. Tenías cancha, no eras un novato porque ya habías tenido un par de amores de esos que incluían acostarse. Venías de otra cultura, de otro estilo de familia, y por increíble que me pareciera, ahora estabas seduciéndome, y yo sin saber qué hacer… hasta que vomité el jugo de zanahoria. 

Por supuesto, todo el clima cambió, y nunca olvidaré ese ejercicio de respiración que me enseñaste al verme tan nerviosa; sólo que cuando por fin me compuse, recordé que mamá me estaba esperando desde hacía rato en la puerta de un cine. No había cómo avisarle y yo debía cumplir… Así que me fui ascensor abajo con una frustración gigante, y sin dejar de mirarte, balbuceaba que me había quedado pendiente decirte algo, algo que no llegué a decirte nunca.

No pudimos retomar lo que quedó detenido en ese instante, aunque lo intentaste y yo también lo intenté. Hubo un destiempo insalvable y penoso, como el de los trenes que parten y arriban a un horario justo, determinado, que no es el mismo para el que se queda que para el que se va. Un destiempo que con todo mi corazón hubiera deseado subsanar.

Por eso hoy, con éste, mi pelo suelto y canoso, pero con la mirada más vivaz y dispuesta, mientras escribo esto para vos, te abrazo tomándote desde tu espalda y te digo, -no sé si con o sin palabras-, ahora sí Andrés: yo te amo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario