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domingo, 1 de agosto de 2021

PARA MIRARTE MEJOR, Y RIESGOS DE LA AUTOSCOPÍA



En ese afán que tenemos algunos seres humanos por conocernos más y mejor, nos analizamos. O sea, nos miramos a nosotros mismos. Hace poco tiempo supe que el nombre técnico para esa costumbre es autoscopía.

Queremos a través de esa práctica distintas cosas. A veces el que se mira y se mira busca en realidad controlarlo todo, que nada se le escape, tener la ilusión de que así puede o podrá en algún momento llevar una mejor vida. Otras veces, se trata de querer sinceramente ser mejores personas, por lo cual escudriñamos en nosotros para ver qué nos pasa, en qué afectamos a los demás con nuestras acciones u omisiones, y en qué nos afectamos a nosotros mismos.

Pareciera ser que anatómicamente venimos diseñados para mirar hacia afuera. De hecho, miramos y vemos mejor lo que tenemos frente de nosotros, y no tan bien lo que se desliza hacia los costados, y directamente hacia atrás no podemos ver porque carecemos de la fisiología de las lechuzas. ¿Cómo mirar dentro del alma propia? ¿Cómo mirar el propio accionar estando desde adentro de uno?

Recuerdo que la primera vez que me vi moverme en un video me horroricé: no me reconocía. Luego, pasaron los años y se ha hecho muchísimo más común el hecho de ser filmado y poder reconocerse a uno mismo y aceptarse, ya que no queda otro remedio, en las mejores y las peores expresiones . ¿Para quién? Para uno mismo, por supuesto. Porque los demás amarán tal vez esa expresión nuestra que quizás nos resulta insoportable, y por ahí esa otra que es la de nuestro repertorio preferido, no sea del gusto de alguien que nos conoce y quiere.

Por eso es muy difícil que la imagen proyectada y lo que vive dentro nuestro realmente coincidan en plenitud. A veces sí, a veces no. 

¿Es uno buen juez de sí mismo? ¿Puede uno controlar la mirada ajena por más que trabaje sobre sí? ¿Quien crea, puede estar seguro de que su obra carece de importancia o de que es la mejor obra del mundo sin la mirada de otras personas que paladeen esa creación? ¿Ese tono de voz o esa mueca facial de la que no somos conscientes puede tener un registro antes de que nos sea relatada por alguien? ¿En la vida gestual de una persona tiene el mismo significado profundo ese gesto que el que damos en otorgarle desde afuera?

Y esto abre otra pregunta: ¿Podemos estar seguros sobre nuestra mirada hacia los demás? ¿Hasta qué punto sabemos sin intercambio y sin frecuentación acerca del otro?

¿De qué manera nos miramos a nosotros mismos? ¿ todo el tiempo, de a ratos? ¿ Nos miramos con los ojos prestados del qué dirán, aún del mejor de los qué diranes del mundo, o nos miramos sin la vista, desde el centro del pecho, cerrando los ojos?¿Nos sentimos o nos pensamos cuando creemos que nos vemos?

Es muy común desde que el ser humano frecuenta esta tierra, el pedir espejos leales: un confesor, un guía espiritual, un psicólogo…Ya Rumi escribía hace siglos que si uno carece de capacidad de introspección, pida un guía. Un amigo es un espejo leal. Toda persona que nos quiere de veras es un espejo leal, que puede equivocarse, como también se equivoca nuestra autoscopía más rebuscada.

Y a veces los espejos cansan. También ocurre que los espejos tienen un límite de utilidad, como todas las cosas, y cuando uno los usó demasiado en su vida, tal vez desee encontrarse con otros ojos que nos devuelvan una mirada amorosa, y no con los nuestros una y otra vez.

Tal vez las miradas amorosas a veces no devuelvan nada, no tengan nada para decir, nada para escudriñar. Tal vez, en los momentos más afortunados de nosotros mismos logremos mirarnos sin ojos, para vernos mejor. Tal vez en los mejores momentos con los demás , logremos mirarlos sin ojos, o más bien abrazarlos con la mirada.

No siempre se da. Jamás se controla. 

Y tal vez lo más lindo sea eso.



imágenes tomadas de la web

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