Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...


miércoles, 19 de enero de 2022

PALABRAS DE FRIDA KAHLO A MODO DE MANIFIESTO, RESPECTO DE SU DERECHO A MOSTRAR LAS TETAS SI SE LE DA LA GANA

(Fantasía sobre un relieve expuesto en un restaurante de Humahuaca, donado por un coleccionista cordobés de quien no me supieron informar el nombre)



Soy Frida Kahlo. Y he sufrido. Mucho. No sé cuántos de los que sufrimos así nos quedamos, pero lo que sí sé es que los que nos quedamos, los que pudiendo haber elegido salirnos de esta tierra y de esta vida elegimos permanecer, hemos enraizado mucho más en ella que cualquiera.

Me partió al medio un hierro en un accidente de ómnibus cuando era muy jovencita. * El choque nos brincó hacia adelante, y a mí el pasamano me atravesó como la espada a un toro. Decía Alejandro, mi novio de entonces, que cuando por fin me lo pudieron sacar, después de haberme tendido en una mesa de billar, grité tan fuerte que no se oyó la sirena de la ambulancia de la Cruz Roja cuando llegó.

Mi primer diagnóstico, sólo el primero decía que yo tenía fractura en la tercera y cuarta vértebras lumbares, tres en la pelvis, once en el pie derecho, luxación del codo izquierdo, herida profunda en el abdomen, producida por la barra del hierro que entró por la cadera izquierda y salió por mi sexo, desgarrando el labio izquierdo, peritonitis aguda… 

Mi columna quedó partida, rota, como también parte de mi alma, y mi posibilidad de tener hijos tan rota como mi sueño de ser madre. Sin embargo, esa vitalidad que tuve según me cuentan desde muy niña no quiso abandonarme.

Empecé a pintar porque fue la única forma de tolerar que en mis agónicos primeros años de reposo casi total, ese espejo que mi madre puso justo sobre mi rostro me devolviera mi imagen en toda su dolida gestualidad, en la añoranza de mí misma, y en el estupor y la tristeza de que mi Alejandro se hubiera ido a Europa sin despedirse siquiera. Un día, no sé cómo, me empecé a pintar, me tomé como objeto de estudio. * El propio rostro pues, opresivo, casi agobiante. O la obsesión te devora, o la coges de cara. Hay que ser más fuerte que ella, no dejarse tragar. 

Tampoco sé cómo, pero fue a través de un cuadro que le obsequié, que Alejandro volvió a escribirme, y aunque no pudimos nunca más salvar nuestro amor pese a mi intenso deseo de que hubiera sido diferente, sí sostuvimos a lo largo de toda la vida una amistad más hermosa y fuerte que el hierro que me atravesó.

Pude volver a amar y casarme con el hombre que amaba; y pude pintar, ambas cosas muy de mi gusto, sólo que la pintura no me traicionó como sí lo hizo mi hombre, con la más querida de mis hermanas. La pintura no me traicionó, como sí lo hizo la más querida de mis hermanas con mi hombre, ese pintor gordo al que le decían el elefante que se casaba con la paloma, como si yo fuera paloma y él, elefante. Diego, Diego…ay, qué difícil. Me casé con él porque lo amaba y admiraba, y aún lo amo tanto o más intensamente que entonces.

Superé los cientos de piquetitos que me hizo, pintándolos, como superé todo pintando y pintando, y si algún orgullo tengo no es el de que Breton me considere la pintora surrealista por excelencia, sino que todo lo que he hecho lo he hecho con amor, genuinamente, desde la verdad de mi ser. Cada pincelada fue hecha con amor, a cada hombre que he amado lo he amado, durara lo que durara, y si no pudo ser  hondamente, sí lo fue con respeto y cariño, como sucedió con Trostsky , y lo mismo con las mujeres que fueron mis amantes, aunque no eran tanto de mi gusto, sino más bien un capricho de Diego pensando que me podía hacer más feliz tener sexo con mujeres por la delicada capacidad de movimiento de mi cuerpo, que con hombres.

¡Y cómo se equivocaba! Dejé a un hombre hermoso a quien amé mucho, y que quería quedarse conmigo por no poder renunciar a Diego… Aunque para entonces nos habíamos divorciado. Y sé que este aspecto de mi persona, el que se obstina en amar así, con tal falta de reciprocidad en algunos sentidos, no es el que mejor habla de mí.

Pero ¿quién es capaz de juzgar mi amor? ¿Que sufro con él más que otras, o menos que otras con sus amantes o maridos? ¿Que no me merece? Mi amor por él a esta altura de las cosas, está más allá de eso: elijo vivir así, y me importa lo que al hijo de la Chingada lo que piensen, que si convivimos o no convivimos, que si ya no tenemos sexo porque yo no lo deseo, o qué.

Cuando a uno se le ha roto a tal punto el corazón, o vive y se deja de mariconear, o se muere, pero de veras.

Y yo quise vivir, y sigo queriendo vivir.

Es cierto que he hecho cosas por complacerlo a Diego, como dejarme este aristocrático bigote propio  de la mujer blanca en tierra mestiza, y que es una idiotez más de las tantas que se le ocurren, pero también es cierto que mientras él iba y venía de su pintura a los halagos y a las camas de las mujeres más apetecibles, yo entraba y salía de las casi treinta cirugías que tengo hasta ahora, y pintaba mi cara cuando era lo único que podía pintar, cada vez que volvía a quedar inmovilizada.

Y me pinté. Con monos, con fantasmas, escupiendo el dolor de mis partos fallidos, me pinté muriendo en vida, desolada, y me pinté abierta y jugosa como una sandía diciendo una y mil veces “viva la vida”. Y la gente que me ha rodeado y los niños a quienes he dado clases de pintura han recibido mi cariño, el de una mujer golpeada por los acontecimientos de una vida que agradece,  no como un favor que le haga yo a esa vida, sino por la imposibilidad de dejar de agradecerla y disfrutarla, de agradecer poder disfrutar de mi sexo, de mi apasionamiento, de mi ternura, de mi caos y  mi intensidad, de agradecer poder amar fuerte, y aunque he dicho que no está bien demorarse donde no hay amor, nadie en el fondo ama por la pura y aritmética reciprocidad, sino por la fuerza de lo que siente.

Así que si me van a juzgar por puta, o por borracha, sepan que Frida Kahlo, bebiendo sí, y bastante, jamás ha pintado un cuadro en estado de ebriedad, porque el don de pintar, el oficio de hacer lo que hago merece mi disciplina más profunda que también es una forma del amor.

Una de las cosas que tenemos los que hemos sufrido en exceso, es que cuando trascendemos esa rebelión inútil y dejamos que la vida nos perfore como un hierro por donde se le de la real gana, terminamos carentes de vergüenzas absurdas, no nos importa la opinión ajena, sino la nuestra, cómo nos plantamos nosotros ante nuestros dolores, nuestros miedos y nuestras ansias, y entonces nos ponemos a vivir de un modo que no todo el mundo entiende. Intenso, inevitablemente sabroso,  auténtico y sin vueltas para gozar mientras sea posible.

Así que , señores y señoras, pueden ya dejar de ostentar su pinche necedad y aguantarse que Frida Kahlo pose en tetas para ese escultor, porque opinen lo que opinen, yo, Frida, lo voy a hacer igual. ¿Por qué si no he podido amamantar habría de negarme a ofrendar la voluptuosidad de mis pechos a quien pueda apreciarla?

Sin más, me despido cortesmente de quien corresponda.

Frida Kahlo, Ciudad de México, 1950


( * Fragmentos de cartas y diarios citados en el libro "Frida Kahlo", de Rauda Jamis)


No hay comentarios:

Publicar un comentario