en su casa, en el lugar del que venía, no había calesita por entonces, y aquí en la gran ciudad sí.
calesita, ruiditos diferentes, juguetes, muchos juguetes, golosinas, tentaciones.
de más grande se tentó con muchas cosas, no siempre las mejores
y empezó de a poco a hacer de los amores y los afectos, transacciones comerciales sutiles, como todos en algún momento aprendimos a hacer, aún sin querer, o aún no estando de acuerdo con nosotros mismos.
llegó el día en que se hartó, en que desde donde se mirara veía el mismo monstruo, y después de hacer mucho batifondo, decidió que el mundo debía ser otra cosa, y emprendió el camino hacia la belleza, aunque le costara andar mucho, ir muy lejos y pasar frío.
se dio cuenta de que había llegado por fin a destino cuando al mirar girar los molinitos al viento, reparó en que era feliz, y lloró.
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