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miércoles, 10 de abril de 2024

MIEMBROS DE LA TRIBU, de Mary Oliver




Delante de mí

encendían su fuego

en los bosques oscuros

de la muerte.

 

¿Deberías nombrarlos?

Sus nombres resuenan, se ramifican.

 

Ustedes los conocen.

 

*** 

que la muerte es una serpiente misteriosa

bajo las hojas, deslizándose

deslizándose; sé

que el corazón también la desea, no puede

huir, no puede

 

romper su hechizo. Todo lo que existe

 

quiere entrar en el lento espesor,

sufre para estar en paz, finalmente y a cualquier costo.

 

quiere

volverse piedra.

 

***

 

En aquella época

cuando quería morirme

alguien

tocaba el piano

en el cuarto, al lado mío.

 

Mozart.

Beethoven.

Bruckner.

 

En la cocina

un hombre con una sola oreja

Estaba pintando una flor.

 

***

 

Más tarde

en el hospicio

empecé a distinguir, entre las aguas rojas

de la confusión;

 

descosí

las profundas puntadas

de mis pesadillas.

 

El viejo y querido trabajo humano.

 

No tenía nada que ver con desplegar.

en el suelo un camino de palabras

que pudiera ahogar

o acaso suavizar

el corazón.

 

Mientras tanto

Yeats, entre el amor y la furia, se ponía de pie,

junto a sus compañeros caídos;

Whitman seguía cayendo

por los pliegues de su ego.

 

En los campos

más allá de las ventanas cerradas

un joven que no podría vivir mucho más, y lo sabía,

escuchaba a un pájaro, marrón y sencillo,

que cantaba y cantaba en lo profundo de las ramas,

que no paraba de pedirle

algunas palabras, salvajes y esmeradas.

                                                                        Ustedes conocerán

esa estrategia, tan importante y elocuente

que tiene la cordura.

 

*** 

 

Les perdono

su infelicidad

les perdono

haberse ido del mundo.

 

Pero no les perdono

haber mirado hacia otro lado

sacarse el velo

bailar para la muerte-

 

a toda velocidad

hacia el olvido

al filo de sus exquisitos

poemas, anunciando:

este es el camino.

 

***

 

Estuve, por supuesto, todo aquel tiempo.

marchando

tras ellos, pidiendo

su consejo.

 

***

 

Y el hombre que solo

lavaba los pinceles de Miguel Ángel, arrodillado

en el suelo húmedo, observando

cada día los colores que chorreaban

 

Él llegó a vivir cien años.




(los poemas están tomados de esta  hermosa edición)

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