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viernes, 30 de agosto de 2024

ALGO SOBRE EDITH


 Anoche vi la película "La vie en rose", sobre la vida de Edith Piaf. Me emocionó mucho. Tanto, que después me quedé gugleando por ahí sobre ella, mirando fotos, acopiando más datos... y me encontré con otros aspectos no abordados en la película.

Y también con algunos artículos que, o en su título, o dentro de su contenido, hacían mención de las más que evidentes desgracias sufridas por ella, desde el lugar ese de preguntarse, conmiserándose de su suerte, si alguna vez habría sido feliz.

Una de esas notas, -muy interesante, por cierto-, se titulaba "Una vida para nada rosa", y casi enseguida pensé: "una vida para nada sosa". Y sobre todo, pensé que aun en el caso de que Edith Piaf, el gorrioncito, no hubiera alcanzado LA FELICIDAD, (¿ la habrá alcanzado algún mortal?-, digo, ésa, la gran zanahoria tras la cual corre el ser humano), sin duda su vida no fue "una vida para nada", sino para mucho, y para muchos.

Creo que es imposible que una persona capaz de hacer con las cartas atroces que le tocaron en suerte, esa tremenda poesía, y que además de ser una artista de la música, llegó a ser , -como lo fue también la Kahlo-, una artista de la vida... Que pese a sus fuertes marcas tempranas,y a la dimensión de sus pérdidas, y tal como aconsejó a la humanidad en sus últimos días "amó, amó y amó" intensamente... Creo que nadie que ame intensamente puede no haber sido feliz.

Y creo también que el gran malentendido que sobre todo padecemos en Occidente, está en asimilar la felicidad no sólo al placer, sino a estándares de éxito a los que se llega como llegaría un deportista a sus marcas, y con una pretensión de inmutabilidad, de primavera congelada para siempre en la mejor de sus flores... o nada. Esa felicidad no sólo no la debe haber alcanzado Edith, ni sé si, -de ser posible-, sería deseable.

Pero ¡quién le quita lo cantado! Porque, además, su vida no sólo fue un "Himno al amor" como intenso anhelo romántico, sino una expresión viva y práctica del amor como motor de superación de las peores circunstancias, como  quimera irrenunciable, y como credo.

Y digo expresión viva y práctica, porque, -más allá del comprensible mal genio y de la morfina calmante de tanto dolor-, la Piaf entregó al mundo su voz, su canto, su mejor don, y amó profundamente su arte, por el cual se puso en pie una y mil veces...Pero también su vida expresó un amor al prójimo que trascendió ampliamente los intereses del ego, llegando a impulsar tanto a sus amantes, ocasionales o no tanto, como a sus amigos o a totales desconocidos, a la realización plena de sus dones artísticos, -Aznavour, Moustaki...¡Yupanqui!- y, en medio de sus tormentas personales, -que no fueron ni pocas ni leves-, se hizo lugar para ser símbolo de la resistencia francesa durante la ocupación nazi, ayudando a los artistas judíos, protegiendo y hasta salvando vidas.

¿Cómo se puede intentar quitarle un ápice de belleza a semejante monumento vital? Sí: La vida en rosa y el Himno al amor, cuyas letras escribió-, o el "No, no me arrepiento de nada", dan fe de una vida con sentido.

Ojalá todos pudiéramos tener el honor de que se contaran cosas como ésas en nuestro curriculum vitae, en tiempos de tal maraña en torno al éxito y a la abominación del fracaso, insuflando al uno todo lo positivo y al otro, todo lo nefasto.

Los diamantes que fueron carbón necesitan una imperiosa reivindicación en este mundo cuya inefable belleza aún espera ser descubierta.





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