Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...


jueves, 17 de febrero de 2011

Encuentros I: Tanti


Seres especiales los hay por todas partes: en ciudades, hospitales, pueblos, caminos, micros, colectivos y subtes; gente de a pie, taxistas, artistas, mozos, empleados de oficina, etc, etc, etc... Pero lo mejor que puede suceder con la gente especial es encontrársela: no importa un bledo si tejen al crochet o acaban de terminar el último tomo de las obras completas de Dostoievsky.
Lo importante es que existen, en este mundo, en esta franja de tiempo y espacio en que es posible el encuentro. Así, andando, como por casualidad, es como fuimos dando con quienes hoy son nuestros amigos del alma... Y agradecidos para siempre, decimos junto con el gran Martí :

tiene el leopardo un abrigo

en su monte seco y pardo;
yo tengo más que el leopardo,
porque tengo un buen amigo


Pero también hay gente que uno simplemente se va cruzando por la vida como con hilos fugaces cuyo recuerdo permanece; gente que por algo nos habita, pese a haber sido un destello en nuestro devenir... Desde hace algunos años creo fervientemente que es en los hospitales y en los viajes en donde, - por causas del dolor o del asombro -, se conectan las personas en lo más vivo y profundo que tienen para dar: su solidaridad o su brillo.

Así fue como en tierras cordobesas, la noche tanteña nos prodigó un encuentro con gente así: Juanjo, Moni y Miguel... y "el alemán", un hombre que metiéndose como un ventrílocuo en el alma de su acordeón, nos transportó al sueño de la unión universal que sólo ocurre en esas noches de canto compartido en que las grietas se borran y sólo queda ese halo de bienestar que teje la música...
No teníamos guitarra, y sin embargo con ese acordeón y un bombo se hicieron milagros...

"Vos abrí y cerrá", me decía el alemán como si fuera tan fácil... Me había prestado, -con generosidad poco habitual-, su propio instrumento.Terminó la cosa conmigo paseando los dedos por el teclado, mientras él abría y cerraba, haciendo respirar al fuelle amplia, misteriosamente; acaso como un río que acrecienta y disminuye su caudal...
No sé más; sólo fui feliz. (continuarááááá.......)










fotografías: Juan Carlos Crespo

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