Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...
sábado, 14 de mayo de 2011
Norberto Uman : escritor y maestro
Tengo entre mis manos un ejemplar de "El pez en la red", -Grupo Editor Latinoamericano, Colección Escritura de Hoy-, el que me regalara Norberto en 1986, según consta en su dedicatoria.
Como se acostumbra, en la última página el libro dice que se terminó de imprimir en abril de 1985, y en la primera, "primera edición".
En ningún lado figura la fecha de nacimiento de mi amigo; la busco para corroborar que si falleció a los cincuenta años en 1988, -o a fines del 87-, es porque habría nacido en el treinta y siete o en el treinta y ocho...Pero no aparece.
Yo lo conocí en 1983, cuando por distintas razones fui a dar con un taller literario por primera vez en mi vida. Aún no había cumplido mis diecinueve años, y me deslumbró ese hombre especial que junto con Norberto Covarrubias, -su gran amigo-, coordinaba la experiencia para un grupo reducido, constituído en su totalidad por gente grande... menos yo.
Con los ojos que tenía por entonces, -más grandes y más verdes-, descubrí cosas que a su vez los hicieron más abiertos, llenos de asombro, de avidez por captar un mundo nuevo, el de esa "gente grande pero piola", como bien la definiera quien me recomendó concurrir a ese espacio.
Y no es porque en casa no se leyera: todo lo contrario. Los libros me acompañaron desde siempre.Pero esto era diferente, eran "otras voces, otros ámbitos"...(¡Ah! una de las bienamadas novelas de Norberto, junto con "El arpa de hierba", de Truman Capote, con la diferencia de que la primera la leí sin concluirla y la segunda no la leí).
Ambos se habían formado con Ernesto Sábato, al que veneraban no con solemnidad sino con admiración y entrañable respeto y cariño. "¡Es atroz!", solían sonreír evocando una de las muletillas del maestro...Narrativa, eso era lo que hacíamos: taller de narrativa, aunque Coyi (Norberto Covarrubias) era también poeta.
Y mientras me enteraba yo de la teoría del iceberg de Poe, y reinventábamos textos de Lispector, se iba imbricando mi vida con la de aquél hombre, presto a socorrerme en mis crisis de adolescente delgada al extremo y sufridora... Café de por medio, él me escuchaba y hablábamos sobre el amor, el ideal, el posible, en un barcito cercano a los Tribunales, porque además de escritor Norber era boga.
Era de la generación obligada a decidir entre medicina y abogacía, y él ¿eligió? abogacía, aunque según contaba, gastó muchas sesiones de psicoanálisis en conciliar su opción por las leyes con la vida de escritor que se le imponía desde adentro... y creo que lo logró.
Cuando más adelante en el tiempo lo iba a visitar a su estudio, él me explicaba, -después de invitarme con buen té en hebras, una de sus aficiones-, las razones por las que varias reproducciones de Brueghel estaban colgadas en diferentes rincones: decía que en sus ratos libres lo invitaban a meterse en cada escena, a contar la historia que imaginaba provenir de esos personajes múltiples...
Junto con ellos aprendí lo que era ir a comer afuera: en mi familia no se estilaba, por lo cual yo no tenía la menor idea por entonces de qué cosa significaba "¡mozo! ¡la carta, por favor!" , ni mucho menos discernir entre la suprema de pollo y las papas noisette... así que medio en secreto le preguntaba a él cómo era la cosa, qué se suponía que yo debía hacer además de pagar al final.
Una vez, a la salida del Taller fuimos a lo que por entonces era "La Peluquería" en San Telmo, lugar de culto para artistas y escritores, a escuchar al chileno José Donoso, que entre tintillo y tintillo nos contaba con tonada sobre literatura y expectativas de democracia para nuestro país...., y ¡cómo olvidar cuando fuimos todos a la marcha de las boinas blancas, apoyando la candidatura de Alfonsín para las elecciones del ochentaytrés! La primera marcha política a la que asistía en mi vida...
Y la primera zamba que escuché cantar en vivo, guitarra en mano y con hondo tono de bajo fue en voz de Coyi "Trago de sombra", una de aquellas noches que cerraban el taller con reunión...trago inolvidable de asombro, ¡cómo podía existir una música así, dios mío! me preguntaba yo, embrujada por completo...
Hoy esas hojas, las hojas de un ejemplar único en una edición única, amarillean aún más entre mis manos... siempre tuvieron valor, siempre... Cuando dormía el libro bajo mi almohada en noches en que resistir el adentro costaba tanto, "tantas noches pasarás desesperando", cantaba María Elena..."y en la hora del naufragio y la de la oscuridad alguien te rescatará"...
Pero hoy, a mis casi cuarentaysiete... cómo se torna el amarillo un tono preciado, cómo ese objetolibro me cuenta y recuerda tantas cosas que acusan no sólo que ya no soy una adolescente sino que por ese entonces los teléfonos de Baires tenían características de dos dígitos, que Norberto murió sin enterarse de lo que era un celular ni una computadora, que el distanciamiento del manuscrito que él proponía por ese entonces se realizaba en una olivetti, y que el léxico coloquial de sus cuentos tiene palabras entrañables que hoy son artículos de museo ...
El taller se dio de baja a fin de año porque el empeño de sus integrantes porteños dejaba que desear... entusiastas pero dispersos, los que asistíamos no cumplíamos demasiado bien con la tarea; y en cambio el taller que ambos coordinaban en Bariloche, prosperaba...
Y ¡la pucha que prosperaba! Hoy en la web las noticias de Norberto Uman y Norberto Cobarrubias vienen de autores formados en ese taller, cosa que me alegra y me llena de orgullo.
A mí se me relevó de culpa y cargo por adolescente nomás. Se decretó que me estaba haciendo falta gente de mi edad, y listo; nada de andar cargando más mochilas.
Terminado el taller se afianzó ese vínculo amistoso y de consejería literaria que daría pie a Norberto para constituirme en una "especie de hija", aunque ya tenía la suya propia (amada, ¡tan amada!...)
Sin embargo estuvo presente siempre en los momentos bravos.Tal vez la juventud sea acaso algo más ingrata para comunicar los momentos felices, por lo cual tras andar algún tiempo sin verlo, me decidí a pasar por el estudio para contarle tardíamente de mis recientes bienestares, y le dejé una notita, ya que nadie atendió al tocar el timbre.
No sospeché que pudiera haber muerto así, sin previo aviso, de un segundo a otro. Dolió mucho ese dolor a los que más que yo lo necesitaban y lo tenían , y también a mí.
Hoy Norberto es una huella, una huella profunda, una marca que se lleva corazón adentro... basta con mirar los ojos de esa foto de la contratapa para darse cuenta de su infinita transparencia y calidez... se puede traspasar el cartón para meterse dentro de ellos, siempre acogedores, ligeramente melancólicos, vitales, pródigos... los ojos de un buen tipo como era él: Norberto Uman, -como diría Sinclair de su amigo Demian-, mi amigo y guía.
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Hermoso leerte, Claudia.
ResponderBorrar¡Cuánta calidez, cuánta emoción, cuánto respeto! Vivencias atesoradas en tu corazón y que la palabra tan bien expresada les devuelve el vigor de lo presente.
Gracias por compartir tan grato recuerdo y tener tan cerca al hombre, al escritor, al cómplice...
Y, a propósito de "Trago de sombra", te regalo uno de mis recuerdos.
A los 17 años yo integraba un conjunto folclórico (recién iniciado) en Chañar Ladeado (Santa Fe) y teníamos que actuar en un pueblo vecino: Corral de Bustos (Córdoba) ¿Quién era la figura central del espectáculo? Don Jaime Dávalos, ¿y con qué tema abrió su presentación? con "Trago de Sombra", su poema hecho canción.
Año 61 o 62, ya no recuerdo bien. Pero, era una zamba bellísima (lo sigue siendo) recién salida del horno, con música de Eduardo Falú, que por aquel entonces la grabaría, y luego, también, Los Fronterizos.
Rememoro con emoción este episodio porque entre los papeles y partituras del gran poeta salteño, esa noche pude ver el manuscrito de "Trago de sombra". Allá lejos y hace tiempo...
Disculparás la extensión de este comentario, pero pudo más la vieja y querida memoria.
Gracias. Un beso.
al contrario...¡gracias por la extensión de tu comentario! ¿quién dijo que tienen que ser cortos? (es el haiku, amigo!!! je je)
ResponderBorrarMe encantó lo que contás: debe ser uno de esos momentos que uno guarda en la caja preferida de recuerdos: ver la partitura en vivo de semejante zamba fresquita, fresquita, y encima cantada por su poeta...¿la cantaba, o la leyó? Por lo que decís, parece que la cantó ¿no?
Contame!
Por lo demás, si llegó, si te llegó así mi petit homenaje, quiere decir que cumplí mi cometido.Además, en internet,- hasta donde puedo darme cuenta-, no se habían bajado cuentos de él (creo que sí en inglés, pero no en castellano).
gracias, querido Juan Carlos!Cada vez que leo un comentario tuyo, me siento mejor!
Abrazotesssss