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sábado, 14 de mayo de 2011

Norberto Uman: Los viejos duermen poco porque tienen miedo


Cuando era chico, me bastaba con apoyar la cabeza en algún lugar nocturno para empezar el viaje con todo el cuerpo.Eso y comer mucho, plato tras plato como si con cada uno que engullía tachara algo en una lista que había que terminar forzosamente, eran el orgullo de mi padre.

-Este -decía señalándome a quien se le pusiera delante- duerme como un adoquín y come más que yo.
Yo tenía entonces la piel dura, pelos parados por todas partes, pequeños bultos musculares en las pantorrillas y en los brazos y unos dientes anchos y blancos que mordían constantemente el aire en todas direcciones.
Un vecino que venía de vez en cuando de visita, ponía las manos en los bolsillos de su pantalón conteniendo entre ambas el arco iris de su panza y estudiándome desde su experiencia decía:

-¡Carne que crece!

Y yo, un poco disgustado por el comentario, sin embargo crecía.Es decir, de adentro para afuera, tomaba posesión del aire fuerte.Y cada uno de mis días era una figurita más para pegar en el álbum de los meses y los años.

Las mañanas eran lugares amarillos y duros para ejercitar el cuerpo.Yo espiaba por entre el amarillo alguno que otro verde de las plantas y masticaba las hojas tiernas de un limonero cuando era necesario.

Por las tardes me miraba en un espejo para verificar los ojos, más claros después de cada siesta, y salía al patio a encontrarme con un gato, un igual por ese entonces, inventor de olores nuevos, descubridor de movimientos leves, luchador empedernido con el viento que aleteaba entre sus patas.

De esa manera preparaba el sueño cuidadosamente y al llegar la noche las velas estaban izadas, el cansancio era grande y las estrellas habían salido.Quiero decir que me dormía sin inquietud, en una dulzura de sábanas revueltas, seguro de que la oscuridad y yo, el silencio y yo, la mañana y yo.



Ahora que han pasado algunos años, suelo despertarme a esta hora y escribir.No es de noche ni de día.La cama es un naufragio y los espejos están lejos.Hay algo que acosa desde el tiempo.Pero mi cabeza conoce el orden de las cosas y sé que más tarde vendrá el sol.
No estoy inquieto.Simplemente, no tengo nada que dormir.



del libro "El pez en la red", de Norberto Uman, Grupo Editor Latinoamericano, Colección Escritura de Hoy, 1985

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