Creo que la duda, lo mismo que el miedo, tienen muy mala prensa. Y así como es cierto que no se puede vivir ni con un exceso de duda ni con un exceso de miedo, también es cierto que el exceso de certezas muchas, muchas veces tiene que ver con el fundamentalismo y con la locura en la acepción menos benigna de la palabra.
Creo que fue Borges quien dijo que la duda era uno de los nombres de la inteligencia, y yo creo que más que de la inteligencia, la duda es uno de los nombres de la honestidad.
Tal vez por eso casi ningún líder duda. Casi. Pero son muy pocos los prudentes a la hora de jugar con promesas, y por lo general no quedan bien.
La seducción a cualquier precio nos gusta más, parece, sobre todo en lo social.
Pero incluso en lo personal, cuánto mejor es estar en compañía de personas que puedan dudar un poquito de si mismas, de la veracidad absoluta de sus percepciones y recuerdos, de la infalibilidad de su ortografía, de la inmutabilidad de su esencia. Cuánto más sano y respirable el aire compartido con quienes preguntan antes que suponer, quienes saben que pueden estar equivocados sin que eso les afecte el amor propio ni la capacidad de reírse de si mismos de tanto en tanto.
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