-Era muy fácil ser ciego, se dijo uno mientras se restregaba los ojos.
-Era fácil también hacerse el sordo hasta creerse la sordera, se dijo, mientras terminaba de sacarse el tapón de su oreja izquierda, el otro.
-¡Y qué fácil es ocupar el lugar del bien en la película!, exclamó el diablo suelto, porque: ¿quién que se considere generoso y noble, va a cuestionar la avaricia en embrión que le sale cada vez que al dar el pago justo, advierte una molestia que no siente al reclamarlo?
-“El hambre existe porque la avaricia de los ricos es imposible de calmar”, proclama el militante en su pancarta, sin estar advertido de que la avaricia, como enfermedad profunda del alma carente, lo podrá llevar en unos años a hacer eso que critica.
-¿O acaso los que están tomados por su superyó y aparentan ser buenos no se liberan cuando son capaces de mandarse una buena puteada? ¿Dónde quedaba entonces la supuesta bondad, que era en realidad la incapacidad de rechazar el bocadito de basura en la comida y escupirlo?, se pregunta el ángel que perdió un ala en el camino.
-¿Engañarse? ¿Ofenderse porque el otro no vio a tiempo lo que le mostrábamos? ¿O acaso pude hacerlo yo, cuando se trató de mi propio hijo?, se dijo el padre de un asesino.
-¿Quién que esté libre de pecado tirará la primera piedra a esta mujer? , preguntó una vez uno que murió crucificado porque a alguien había que sacrificar en pos de la integridad del imperio.
-¡¡Ahhh, la banalidad del mal!!¡¡ Oh experimento Milgram!! ¡Todos éramos tan buenos cuando por pertenecer vendimos lo que nos quedaba de integridad!, se dijo la única oveja blanca que sobrevivió al rebaño al revés de la nueva corrección política.
( Mientras tanto un perro le cedía la renguera a un cuzquito peludo, y se ponía a descansar a la orilla de un río. )
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