La lealtad de los cronopios es la que más me gusta.
Pasa que la lealtad de los famas, no existe, y
aunque ellos tengan su poquitín de cronopio cuando aman a sus hijos o sus
mascotas, no alcanza para hacerlos buena gente, no es suficiente.
¿Y las esperanzas? ¡Qué decir de las esperanzas!
Nadie más confundido que una esperanza haciéndose la buena en situaciones de
catástrofe. Por lo general no les sale bien, la pifian. Se les ve muy
fácilmente el lado fama si es que uno la va más de cronopio que de otra cosa,
porque si algo tiene un cronopio, es que, aunque esté avivado, no puede dejar
de ser un cronopio.
Un cronopio está. No busca excusas. Y si no está,
no busca aprobaciones.
Una esperanza hará lo posible por medir el amor que
entrega o entregará, dónde lo pone y si le dará intereses. Un cronopio, aunque
se vea tentado por viajes a las Uropas y la belleza del mar Egeo, es capaz de
quedarse en casa y rechazar la invitación si es preciso.
Pero ojo al piojo, porque un cronopio avivado también
es capaz de decir que no, y rajarse un rato a hacer la suya en las islas Fidji.
Y muy capaz de graduar la distancia y las fuerzas, y reconocer la vileza... Por
eso se lo ve muchas veces con el lagrimón colgando, ya que está en la
naturaleza cronopia amar la libertad y la belleza por sobre todas las cosas.
Su lealtad es rara: no responde a la expectativa de
las esperanzas fayutas, y entonces las famas suelen aprovecharse haciendo
conspiraciones conspicuas con las pobres esperanzas, criaturas, tan gustosas de
sentirse siempre normales y rectas. Es que el cronopio tiene vocación de
no encajar, y al esperanza no hay cosa que le disguste más que desencajarse o
que lo desencajen.
Es cosa bastante fácil demonizar a un
cronopio. Así fue como quemaron al pobre Giordano Bruno y tantas brujas
anónimas, y como Galileo y Sor Juana, -la peor de todas las yoes que había por
ahí-, fueron acusados por un noble tribunal que no se permitió la duda ni la
pugna de los doce hombres, porque para eso hay que ser un poco cronopio en esta
vida.
Los tribunales están siempre llenos de esperanzas.
Las famas esperan afuera para reírse socarronamente de la sentencia, y luego
llevarse todo el botín, incluidas las joyas de la abuela.
Cuando un cronopio sufre traición, deslealtad o
decepción, sufre enormemente, y nada hay que pueda consolarlo... hasta que una
flor, o el caparazón de una tortuga le recuerdan el olorcito de la vida, y
entonces pueden aprender a reírse y ser felices en algún lugar que quede lejos
de los juicios, un lugar en que no encajar no sea un delito penado por la
ley.
Así las cosas, cuando el tiempo pasa en limpio las
inocencias, los cronopios suelen resistir y brillar a largo plazo, porque la
trascendencia los acompaña.
Por eso, si contás con la lealtad de un amigo o
pariente cronopio, aunque tenga sus manchones, quédate ahí.
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