Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...


sábado, 8 de agosto de 2020

marmarmar...


ni bien entré a la iglesia había recordado mi pasado al sonar la canción que de adolescente cantaba cuando cristiana era y me llamaba, y no importa si ojos o corazón :algo se me llenaba de agua por dentro

yo venía del mar: me había dejado arrastrar demencialmente por él con una felicidad de la que jamás había sabido…había sido esa tarde hirviente más niña que de niña entre revolcones de risa y olas,  de dejarme hacer por la rompiente lo que ella deseara conmigo

y llegué rota y feliz a ese lugar que me protegería de una tormenta que iba a venirse con piedras, y  de la que sólo quedó el asfalto mojado y un anuncio vacío

entonces fue cuando ellos empezando a llegar  se intercalaron entre nosotros los sentados y se quedaron parados a capella entonando esa canción tan sublime que casi lágrimas era yo convertida a ese sonar entrante en mi pecho abierto a la experiencia por el mar revuelto en corrientes y contracorrientes

y la sensibilidad de mi adentro desbordaba mientras la sensibilidad del afuera señalaba la belleza de bach como un mar renacido y era eso lo justo: que la música fuera tan bella como lo no creado por las manos humanas

y era tan eso lo que sonaba que él daba saltos mientras dirigía la cantata y yo sentía algo hermoso en el centro del pecho y aunque tuve el impulso de ponerme a bailar en medio de la iglesia, predominó por muy poco la llamada cordura por sobre la audacia del hacer, pero no por sobre la audacia del sentir

y hasta parecíame que diosito, ese que estaba clavado en la cruz, se iba a salir  de sus clavos para ponerse también a danzar o saltar

nada más bendecido que lo que sonaba podía impregnarnos y esas voces salían desde un lugar joven de las gargantas también jóvenes y yo que había querido tomar la eucaristía después de cuarenta años de no probar el pan y el vino y  no me había animado , aunque estaba más pura que jamás antes bañada por ese mar blanco y frondoso,  ahora era también aura del llamado de lo inmenso en la música mar

yo estaba preparando el milagro y el milagro se venía, y hasta había un perro vagabundo entre la gente y los bancos de la misa y el pan y el vino hervían en las bocas y la confabulación de bach y del mar terminó entre sudores y apretones de manos y saludos efusivos de unos cuantos fantasmas que estuvimos presentes en ese cuento escapado del tiempo hacia el sitio inefable en el que levitaríamos en asombros y nada ya vibraría sino de belleza, de milagro mojado sonándonos por dentro mientras las calles brillantes de lluvia nos llevaban a eso que solemos llamar casa. 

C. Bakún, Villa Gesell, noviembre de 2019

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