A veces no hay mucho para decir
cuando
poco o nada conflictúa,
cuando
uno recuerda chacareras y veranos,
lágrimas
en conciertos, la emoción
ante
el asombro de la música.
A
veces no hay mucho para decir
cuando la lágrima, la risa y el abrazo
fueron siempre invitados
a
los dos lados de la mesa, del mate y de la vida,
cuando
la mano estuvo agarrando la nuestra
en
el café, en el hospital o en la danza.
La
emoción de enumerar la vida y que no faltes
en
ninguna instantánea.
Eso
y haber tratado de no faltarte yo.
Y
no faltarnos en las mutuas ganas.
Gracias
amiga.
A
veces no hay mucho más para decir.
( a mi amiga Alejandra S. )
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