Una vez le preguntaron a mi tía cómo se sentía, y ella, en un estado muy penoso y desde su alzheimer, respondió tarareando el comienzo de la vida en rosa, de Edith Piaf.
Recordé esto cuando subí la foto de esta especie de lonita super práctica que me compré para ir a Jujuy: liviana, amplia, y de un color alegre, no exactamente rosa, una especie de salmón, un color que me complace en definitiva.
En Jujuy todo lo nuevo se posó sobre cosas nuevas. En Capilla del Monte, todos los recuerdos de muchos, muchos años se agolparon al llegar en cada piedrita, al volver después del último verano antes de la pandemia. Ya habría que hacer una especie de sigla que podría ser A. D. P, creo yo.
El caso es que a pleno sol a veces los recuerdos duelen un poco más cuando se amontonan, y sobre todo si alguna situación nos hace verlos bajo la aciaga sombra de un futuro que no se divisa ni con demasiada claridad ni demasiada luz.
En ese caso, conviene poner algo nuevo sobre lo viejo: algo que cambie la dinámica de la mirada, algo que permita que la sabia Vida grande se cuele dentro de ella, impregnándola de la savia chica, cuando nuestros sentires se ponen a hablar en idiomas de presagios; algo que reconfigure el corazón y le devuelva la frescura de lo que no se sabe, de lo que no depende de nosotros, afortunadamente.
Mirar al cielo, al agua, a cada pájaro que se posa como saludándonos, con total inocencia y desparpajo. Sonreír, por deporte, sí, claro que sí, ¿Cómo hacer otra cosa con la vida?
Después de todo, sentémonos sobre la impermanente belleza de lo inédito, del instante, de lo porvenir, y cantemos, tarareemos la vida en rosa, bajo el sol que roza al Uri , una vez más.
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