(a mi primo Pedro)
Cuando éramos adolescentes mi primo muy querido logró convencerme de que en la plaza a la que íbamos había baobabs. Sí, los del principito. Y luego de comprobar que le había creído se puso a reír.
Parece que mi credulidad siempre fue motivo de ternuras. Con el tiempo descubrí que ella también facilitó unos cuántos intentos de dominio sobre mi espíritu, situación que no sería para nada excepcional entre gente crédula. Pero eso lo aprendí mucho después.
Hoy mientras miraba una especie de la bromelia, -"bromelia guzmania"-, en uno de los pabellones de la fiesta de la flor, vi un señor que se la señalaba a su hijita y le explicaba que se trataba de una planta carnívora. Lo miré y le pregunté: ¿de veras? Y me hizo un gesto con la cara como negando en secreto, ya que se trataba de un cuento chino para sorprender a la criatura. No había caminado más que un par de metros cuando se dio vuelta risueñamente y mirándome exclamó: ¡señora! ¡ya estamos grandes!
Y ahí me acordé de mi primo y de los baobabs de la plaza.
Y deseé fervientemente que todas las mentiras del mundo fueran para descubrir la inocencia de quienes queremos. Y deseé que en el fondo todas las mentiras fueran intentos de creer que eso que se cuenta sea verdad, una verdad más interesante que la realidad, como que esos árboles comunes y corrientes fueran baobabs y esa bromelia pinchosa una planta extraordinaria.
Y deseé también que toda la inocencia de este mundo, que toda la credulidad de esta tierra sea tomada por siempre en brazos por un aviador conmovido.
(Escobar, Fiesta de la Flor 2022)
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