ayer me miraba en el espejo
en plena pandemia del año dos mil veinte
después de ver la película “Amour” de Haneke.
Había visto a las tías en esa mujer vieja
que se iba deconstruyendo en cuerpo y alma
hacia algún sitio infeliz
Vi a las tías y a mi madre
el alzheimer y los patetismos
de las mujeres desnudas en los hospitales
bañadas por asistentes y enfermeras
a las que nada les importa
o a lo mejor mucho
pero ellas sin destino solitarias
peinadas a los tirones y escupiendo el alimento…
y fue cuando me sentí orgullosa de mi alma
porque ella,
la tan sensible alma,
esta vez no gritaba
y no veía más que ternura
en esos cuerpos y esas intemperies
en donde antes había visto horror
Y me sentí a gusto
y reconfortada
y calentita de mí,
pero se ve que no somos tanto,
que siempre sobreviene la cuestión de la impermanencia
que nos tira por la borda los mejores estados
o al revés.
Y entonces yo
en la cola del banco tomando frío
aunque me hiciera la contenta
y bailara un poquito en la baldosa
yo sola en el invierno recibí
en algún agujero no muy bien sellado
el impacto del frío
de todos los fríos acumulados
de la tanta soledad
de separarse de todos los sentidos
que había tomado la vida en un momento
de separarse de los sueños
que no hallaron el sitio para realizarse
de quedar sola de los que no se dieron cuenta
o da lo mismo
y entonces se agolparon los huecos en el alma
y les entró el chiflete
e hicieron gripe y susto en las entrañas
y muerte en las pulsiones y qué espanto
hasta que por fin la sopa y el tecito
y un cuidado caliente y los pies en el balde
y sobre todo el agua
con sal, -pahuyentar a las sombras-,
lograron que volviera.
Y al mirarme al espejo
en plena pandemia del dos mil veinte
me di cuenta
del borde verde oscuro
que rodea esmeradamente el círculo de mis iris
desde que nací
y luego miré las pupilas pequeñitas
y dentro y fuera del ojo
la sonrisa de cierta picardía
el tono nuevo del decir
y la risa ubicada
muy bien sentadita
en el pupitre de aprender otras cosas.
Y esa nena grandota que goza de la audacia
que no tuvo de niña
que no se va a dejar envolver en la toalla del lamento
se puso de pie con las patas mojadas
y echó a andar
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