Visitantes cósmicos de buena voluntad,sean bienvenidos a este lugarcito que albergará poemas, pinturas y toditas cosas que habitan mi alma...


martes, 23 de abril de 2024

esto también es poesía

 


Córdoba, provincia hermosa

y su capital, la Docta

vestida de lila 

para defender el derecho a estudiar

en una Universidad Pública

no arancelada

libre

no sospechada

ni cancelada

ni denigrada

Córdoba también

como todo el país

entendiendo que lo público

es de todos

también del otro liberal

también del otro socialista

pero nunca

del otro destructor

Esto también

es poesía 

UN PONCHO DE ESTRELLAS



Ikiru, como las palabras en guaraní, esta llena de sonidos i y de sonidos u…los más dulces, también abundantes en las palabras japonesas.

Ikiru significa vivir.

Kurosawa la filmó en blanco y negro, y al comenzar, da la sensación de ser un melodrama tremendo. Por lo menos, fue la sensación que me dio a mí, y hasta me atemorizó un poco que justo esta película que elegí con esmero para verla en el cine, no fuera a gustarme.

No me agradan los melodramas, y el tono con que comenzó, fue ese.

Pero me sumergí en ella, sin más. Casi nada parece lo que es. 

Que un hombre fosilizado en vida descubra que está por morir, que se aterrorice, que se apene por las oportunidades perdidas, que choque con su hijo y su nuera y descubra lo lejos que se encuentra de ellos, de poder comunicarse de corazón a corazón. Que un hombre que trabaja obsesiva y rutinariamente en una oficina pública desde hace tanto tiempo que ya parece formar parte del mobiliario, haya donado todos sus años desde una viudez prematura a la causa de que a su hijo no le faltara nada. Y que ese hombre se abisme ante la proximidad de la muerte con el desamparo de sus propias acciones por único abrigo, como si un poncho raído y agujereado pudiera darle el sosiego necesario, son todas buenas razones para un melodrama. 

Así que Watanabe, -una especie de González entre nosotros-, irá por alcohol aunque se siga perforando el estómago, irá por mujeres aunque no lo elijan, y encontrará algunos compañeros piadosos en un camino yermo. 

Pero a este González japonés lo deslumbra la visita de una compañera de trabajo que tiene una risa muy sonora, y que emana gracia y frescura en cada cosa que dice. Ella sólo necesita poder renunciar al trabajo más aburrido del mundo, y el único que puede firmar esa renuncia es él. Watanabe va a seguir paseando con la jovencita, que nada sabe acerca de su enfermedad, y cree que él la pretende. 

El nuevo empleo de la chica será en una fábrica de conejitos saltarines a cuerda, y mientras él le confiesa la poderosa razón por la que elige su compañía, uno de los conejos, desde la mesa, escuchará la confesión que ella no es capaz de creer: que él necesita el secreto de esa alegría, que él quiere poder vivir como ella.



Hay un corte, tras el cual iremos a parar sin escalas al velatorio de Watanabe, siguiendo una tradición que Kurosawa aprovecha de un modo magistral, ya que, entre quienes visitan la urna funeraria y quienes, sentados y bebiendo sake, comentan los últimos sucesos en la vida del simple oficinista de una de las más burocráticas oficinas públicas del Japón de entonces, se irá revelando una verdad desconocida.

Y es que Watanabe había quedado congelado en una toma anterior: después de llorar su suerte frente al conejito y la joven, él había levantado la cabeza y, casi al unísono, también había comenzado a sonreír.

El secreto de esa sonrisa se irá desplegando como un origami entre trago y trago de sake, entre las presencias que llegan y se van, entre los chismes encontrados de los últimos tiempos del señor… Y la verdad, -como un gran rompecabezas-, se irá armando también en el mismo escenario del velatorio.

Watanabe no hizo nada extraordinario: solamente cumplió con un trabajo pendiente. Claro está que el trabajo pendiente era la construcción de una plaza para que los niños pudieran jugar, reemplazando de una vez el baldío horrible en que la podredumbre servía de caldo de cultivo a tantas enfermedades y tanta fealdad. Sólo que esa tarea en nada parecía conmover a los funcionarios, que hacían pasear de una oficina en otra a un coro de mujeres hartas ya de luchar.

Watanabe decide tomar esa causa, y llevarla a su realización. Para eso desafía las negativas de los jefes, insiste con firmeza ante presiones que nadie se había atrevido a resistir, y finalmente logra ver la inauguración del predio, terminada en los meses justos que le quedaban de vida. 

Watanabe muere hamacándose en medio de una noche fría, y nadie creyó que esa hamaca pudiera contener tanta felicidad. Muere cantando, no por borrachera, ni por soledad, ni tampoco muere de frío. Muere cantando una vieja canción que había perdido su significado, como si la cantara por primera vez. 

Watanabe muere feliz, sintiendo la realización de un trabajo como la tarea que dio sentido a su vida ese tiempo final en que por fin pudo detenerse a mirar el cielo y lamentar no tener más tiempo para hacerlo, ya que había que llegar a concluir la obra. . . 

Él tiene un coro de mujeres que lo recuerden agradecidas, conmovidas hasta las lágrimas por haber tomado la dignidad de su reclamo y la suya propia en favor de sus niños, en favor de la alegría de los tiempos por venir.

Watanabe había quedado congelado en una toma anterior: después de llorar su suerte frente al conejito y la niña, él había sonreído, y casi al unísono, había levantado su cabeza.

Para que nadie notara cuánto se descongeló desde entonces en él eso que damos en llamar Vivir, sólo le reservó un poquito de frío a la muerte que le mordía los talones, y que lo encontró por fin cantándose mientras se mecía suavemente en la hamaca.

Pero él, que llegó a saber el secreto de llevar todo al sendero, el secreto de hacer arte con las sombras y el dolor, pudo morirse abrigadito de sí, entibiado en medio de la nieve por tanta belleza, refugiado en un poncho de todas las estrellas.

 



FIN

lunes, 22 de abril de 2024

Belleza inesperada

 


"presta atención a la belleza inesperada"

el premio de la atención, es la atención

el premio de la belleza, es la belleza 

viernes, 19 de abril de 2024

lo más bello que evoco 3: La higuera, de Juana de Ibarbourou, himno al piropo

alguien dijo, susurró algo, que alguna vez en medio de una nochecita del alma me hizo sentir tan bella como la higuera de Juana se debe haber sentido. 

Pensaba en eso hoy, y recordé este poema, porque más allá de si se trata o no de llamarse higuera, cuando una se siente llena de ramas grises, invisible, fea, e incluso una especie subalterna de repelente ambiental, esas vocecitas que ni saben todo lo que nos salvan, hacen del piropo una de las creaciones más útiles del universo universal, amén. 



LA HIGUERA


Porque es áspera y fea,

porque todas sus ramas son grises,

Yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,

círculos redondos,

rectos limoneros

y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,

todos ellos se cubren de flores

en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste

con sus gajos torcidos que nunca

de apretados capullos se visten....

Por eso,

cada vez que yo paso a su lado,

digo, procurando

hacer dulce y alegre mi acento:

«Es la higuera el más bello

de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,

si comprende el idioma en que hablo,

¡qué dulzura tan honda hará nido

en su alma sensata de árbol!

Y tal vez, a la noche,

cuando el viento abanique su copa,

embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!



( PD: mmmm... ¡y qué rico llegar al fruto! )

Barco quieto, de María Elena Walsh/ y divagación de la que suscribe

Sin duda, esta canción es de mis preferidas entre todas las canciones. La hizo María Elena, y la festeja la sensibilidad de mucha gente entre la que también estoy.

Sin embargo, hoy cuando la recordé y pensé en que no la había homenajeado en mis pinceles, pensé también en esta casa, la mía, pero también la tuya, la de cualquiera...pensé en la casa como un barco quieto que resiste... Que resiste la intemperie de los otros cuando, - a veces-, son los que nos marcan a pesar, un tatuaje inesperado en una parte ilesa de la piel. Pensé en la casa como el barco abrigadito en que nos aburbujamos, -como en un pullover de invierno-, para revisarnos las heridas sin crueldad, y para darnos algún aplauso necesario y una palmada de aliento allí donde alguien queriendo o sin querer propinó un golpe inaudito.

Cuando recordé esta canción hoy, pensé en mí, pensé en mi casa, con su ventana siempre luminosa si hay luz, con su oscuridad cálida, con su dulce reverberar en la paz conquistada, en el deseo de una honestidad inclaudicable. Cuando pensé en esta casa, pensé en la espera de ese amor al que todos, como María Elena, desearíamos pedirle que no se vaya nunca.

Y también pensé que en esta época de pedir que se vaya lo que se tenga que ir y que llegue lo que tenga que llegar, nos olvidamos frecuentemente de pedir que se quede lo que se tenga que quedar. Y que en realidad ese "se tenga" es bastante mentiroso, porque lo que estamos queriendo de veras, es que se quede eso que queremos, que apreciamos tanto que no regalaríamos jamás.

Y en el centro de cualquier amor, está el amor al centro mismo del amor, a su núcleo, que sin nosotros, no es ni será nada.

Por eso, no nos vayamos, quedémonos en este barco quieto aunque no sepamos todavía si es tan malo lo malo o tan bueno lo bueno que está sucediendo, quedémonos nosotros mientras el barco esté quieto, no sea cosa que cuando llegue "lo que tiene que llegar", no nos encuentre.

Gracias María Elena por esta canción con forma de zamba, que habla de tanto.



https://www.youtube.com/watch?v=Ef3e-Z7d8DU

BARCO QUIETO


No te vayas, te lo pido

De esta casa nuestra donde hemos vivido

Que nostalgia te puedes llevar

Si de la ventana no vemos el mar

Y afuera llora la ciudad

Tanta soledad


Todo cansa, todo pasa

Y uno se arrepiente de estar en su casa

Y de pronto se asoma a un rincón

A mirar con lástima su corazón

Y afuera llora la ciudad

Tanta soledad


No te vayas

quédate

Que ya estamos de vuelta de todo

Y esta casa es nuestro modo

de ser


Tantas charlas, tanta vida.

Tanto anochecer con olor a comida

Son una eternidad familiar

Que en un solo día no puede cambiar

Y afuera llora la ciudad

Tanta soledad


Estos muros, estas puertas

No son de mentira, son el alma nuestra.

Barco quieto, morada interior

Que viviendo hicimos, igual que el amor

Y afuera llora la ciudad

Tanta soledad


No te vayas

quédate

Que ya estamos de vuelta de todo

Y esta casa es nuestro modo

de ser



lunes, 15 de abril de 2024

La canción desconocida



Hay que estar cerquita de las cosas sobre las que uno opina

¡Hay tantas vidas posibles, tantos dolores y tanta alegría desconsiderada!

¡Hay tanta pasión puesta en cosas cuyo nombre ignoramos!

Porque, por ejemplo, nos tocó nacer en otra patria

En otra familia 

Rodeados de otras cosas y otros hábitos...

Es más lindo sentarse al fogón 

y en vez de pedir una que sepamos todos

sentarse a escuchar

la canción desconocida


miércoles, 10 de abril de 2024

MIEMBROS DE LA TRIBU, de Mary Oliver




Delante de mí

encendían su fuego

en los bosques oscuros

de la muerte.

 

¿Deberías nombrarlos?

Sus nombres resuenan, se ramifican.

 

Ustedes los conocen.

 

*** 

que la muerte es una serpiente misteriosa

bajo las hojas, deslizándose

deslizándose; sé

que el corazón también la desea, no puede

huir, no puede

 

romper su hechizo. Todo lo que existe

 

quiere entrar en el lento espesor,

sufre para estar en paz, finalmente y a cualquier costo.

 

quiere

volverse piedra.

 

***

 

En aquella época

cuando quería morirme

alguien

tocaba el piano

en el cuarto, al lado mío.

 

Mozart.

Beethoven.

Bruckner.

 

En la cocina

un hombre con una sola oreja

Estaba pintando una flor.

 

***

 

Más tarde

en el hospicio

empecé a distinguir, entre las aguas rojas

de la confusión;

 

descosí

las profundas puntadas

de mis pesadillas.

 

El viejo y querido trabajo humano.

 

No tenía nada que ver con desplegar.

en el suelo un camino de palabras

que pudiera ahogar

o acaso suavizar

el corazón.

 

Mientras tanto

Yeats, entre el amor y la furia, se ponía de pie,

junto a sus compañeros caídos;

Whitman seguía cayendo

por los pliegues de su ego.

 

En los campos

más allá de las ventanas cerradas

un joven que no podría vivir mucho más, y lo sabía,

escuchaba a un pájaro, marrón y sencillo,

que cantaba y cantaba en lo profundo de las ramas,

que no paraba de pedirle

algunas palabras, salvajes y esmeradas.

                                                                        Ustedes conocerán

esa estrategia, tan importante y elocuente

que tiene la cordura.

 

*** 

 

Les perdono

su infelicidad

les perdono

haberse ido del mundo.

 

Pero no les perdono

haber mirado hacia otro lado

sacarse el velo

bailar para la muerte-

 

a toda velocidad

hacia el olvido

al filo de sus exquisitos

poemas, anunciando:

este es el camino.

 

***

 

Estuve, por supuesto, todo aquel tiempo.

marchando

tras ellos, pidiendo

su consejo.

 

***

 

Y el hombre que solo

lavaba los pinceles de Miguel Ángel, arrodillado

en el suelo húmedo, observando

cada día los colores que chorreaban

 

Él llegó a vivir cien años.




(los poemas están tomados de esta  hermosa edición)

sábado, 6 de abril de 2024

Mary Oliver y El trabajo del sueño: El amanecer

¡Admiro tanto a Mary Oliver! pero es tan clara, que tratar de traducirla es redundar, y más aún cuando se dispone de excelentes artículos sobre su obra, y también sobre su vida. 

Por eso elijo aportar algunos poemas de este libro hermoso que elegí como regalo para mí misma en este año 2024, algunos poemas que no están demasiado difundidos aún. 

Aquí va el primero



EL AMANECER 


Podés morir

por un amanecer-

una idea

o el mundo. La gente


así lo ha hecho

con esplendor

entregando

sus pequeños cuerpos


a la hoguera, 

creando

una inolvidable

furia de luz. Pero


esta mañana, 

mientras trepaba las colinas cotidianas

bajo la maquinaria cotidiana

del amanecer, pensé


en China

en india

en Europa, y pensé

en cómo el sol


resplandece 

para todos y tan

alegremente

cuando sube


bajo las pestañas 

de mis propios ojos , y pensé

¡Soy tantas! 

¿Cuál es mi nombre? 


¿Cuál es el nombre

de este aire que respiraría 

una y otra vez

por todos nosotros? Llamalo


como quieras, es 

la felicidad, una

de las formas de entrar

al fuego.



sábado, 30 de marzo de 2024

Collage de flores y verdes para los tiempos venideros
















 

Fotografías propias, -excepto el niño con la flor ( de la web)-, tomadas en lugares significativos o azarosos, que me resultan hondamente inspiradoras, porque al mirarlas siento que respiro.

en otoño, poema de Eva Murari


 

En otoño

También hay flores.

Su trabajo es brillar

mientras todo se sosiega.


Eva Murari