noviembre

Todo era violeta

Sobre un nido de flores de jacarandá el panadero no levantaba vuelo aunque soplara y soplara.

Luego ella en un sueño exageradamente turquesa no se animaba a pedirle el apellido a la dadora de los nombres.

El turquesa había sido su color fetiche en cuanto a la esperanza del amor, de la felicidad del amor, y también había sido su color fetiche en cuanto a todo lo que estaba bien en este mundo.

Sin embargo, en el sueño, el uso del color era exagerado. Había elegido vestirse con un traje o vestido turquesa brilloso y suave, como de seda o terciopelo, y a ella misma le resultó necesario cortarlo con un collar verde violáceo.

Su madre le recordaba que antes de dejar el lugar que habían elegido para vacacionar esos breves días, podían usar la pileta. Era algo refrescante. La madre le recordaba una posibilidad refrescante que a ella se le había pasado de largo.

Por eso había que volver al jacarandá, a sus flores.

Debía convivir con la posibilidad de que el panadero aquél no levantara vuelo jamás. Que no expresara siquiera el deseo en movimiento. Que ése nunca fuera a convertirse en un deseo cumplido.

***

con noviembre se van las ilusiones tejidas en primavera-

el alma debe acomodarse a que no hayan nacido hijos

a que no retornen los hermanos pródigos

debe aprender el alma a convivir 

con el recuerdo del calesitero que mostró una vez la sortija

y luego desapareció en el aire como en un truco de magia

el alma debe acomodarse a los panaderos que no vuelan