sin importarle cuántos fueran, los buscó uno por uno
Cada vez que miraba a la cara a ese muchacho recostado en la cama de hospital, sin recuerdos disponibles después de la caída, ella buscaba
Tardó en recordar su propio nombre, y recién ahora podía decir su apellido y pronunciar el nombre de su barrio
Entonces, al llegar a su casa, buscaba un rato más
Su hijo también yacía en el mismo cuarto.
Por eso, uno por uno, ella buscaba todos los González enumerados en la guía telefónica, y marcaba los que se correspondían con el barrio de Esteban
Hasta que un día, por fin dieron con sus familiares
Esto me lo contó Esteban cuando lo crucé por la calle una vez, hace años ya.
Lo del tren en movimiento, ni qué le robaron, ni por qué lo empujaron, ni en qué estado se encontraba él esa noche, fueron hechos tan importantes a partir de ese momento
Porque un recuerdo nuevo se le fundó ese día en que supo que alguien recorrió los interminables renglones de la guía telefónica para encontrar la familia de un desconocido
Más que su familia real, lo que para Esteban era importante ahora, es que podía olvidar cualquier cosa menos que había renacido
Y yo, al recordar esta anécdota me siento en el deber de aumentar la lista de los justos en los renglones interminables que sostienen el mundo
Tal vez ésos, los renglones torcidos en que según mi vieja, escribe dios
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