El bibliotecario escucha cosas que no creo le resulten fáciles de digerir,- todo por prestarme el espacio para armar la muestra de arte -, porque Ian está hablando de las sustancias que la pacha pone al alcance de todos, de que no son droga...
Ella escucha frunce el ceño y sigue con las cintas de papel mientras enloquecida voy pegando hoja tras hoja, porque hay que apurarse por la muestra, y ya sé que no contesto bien cuando estoy corriendo contra el tiempo, y filosofamos todos juntos sin gritar pero tratándonos de convencer los unos a los otros de nuestras verdades como sermones...
-"¿Sólo tiene diecisiete?", me pregunta, incrédula. "Es bastante maduro para su edad", me dice Sabina desde sus veinte mientras Ian se va a buscarme un fibrón negro contra su voluntad.
El bibliotecario pasa "Alfonsina y el mar" y yo me extasío, y sigo contando algunas cosas de mi vida y de mi experiencia, y ella nos habla de los negros de mente, de los villeros de mente, y al fin Ian tuvo que retirarse al curso porque tenía clase y lo mandaron a buscar, aunque la charla estaba buena y no le daban ganas de irse.
Ya en la parada del colectivo me entero por otra profe, de que parece que Sabina ejerce la prostitución ... Marga me confiesa (¡ah! Marga linda, inocente vos, llevando toda una vida casada con el mismo hombre) que de algún modo se sintió rara, estúpida, no sabe bien cómo... Y las dos al mirarnos sabemos que nos sentimos un poco estúpidas, y acaso ella, Sabina, también se haya ido tan alterada a la clase porque tal vez se haya sentido estúpida, porque todos nosotros ahí aprendiendo lo diferente de nuestras vidas, conmocionándonos al cotejar que hay algo que se escapa mientras suena Alfonsina en el piano que pasa por la radio que pasa por nuestro oído que pasa por la vida que pasa...
El bibliotecario pasa "Alfonsina y el mar" y yo me extasío, y sigo contando algunas cosas de mi vida y de mi experiencia, y ella nos habla de los negros de mente, de los villeros de mente, y al fin Ian tuvo que retirarse al curso porque tenía clase y lo mandaron a buscar, aunque la charla estaba buena y no le daban ganas de irse.
Ya en la parada del colectivo me entero por otra profe, de que parece que Sabina ejerce la prostitución ... Marga me confiesa (¡ah! Marga linda, inocente vos, llevando toda una vida casada con el mismo hombre) que de algún modo se sintió rara, estúpida, no sabe bien cómo... Y las dos al mirarnos sabemos que nos sentimos un poco estúpidas, y acaso ella, Sabina, también se haya ido tan alterada a la clase porque tal vez se haya sentido estúpida, porque todos nosotros ahí aprendiendo lo diferente de nuestras vidas, conmocionándonos al cotejar que hay algo que se escapa mientras suena Alfonsina en el piano que pasa por la radio que pasa por nuestro oído que pasa por la vida que pasa...
(viejo borrador reencontrado, julio de 2011)
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