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jueves, 3 de junio de 2021

DAÑOS EVITABLES Y OTRAS YERBAS


Y es que a veces es difícil vivir en una sociedad y en un momento histórico que empujan por todas partes a la desconfianza a la ignorancia de nuestros verdaderos valores, de nuestros nortes auténticos, de eso que algunos han dado en llamar "nuestra bondad esencial" o "nuestra sabiduría esencial"...Siempre la mente entre nosotros ha sido bastante mal usada, y siempre se la ha opuesto al corazón, a la sabiduría del corazón con bastantes malos resultados. Somos en parte hijos de eso. Y de muchas cosas más. Las épocas van variando, los dogmas van variando, lo que es bueno y lo que es malo, inclusive ya pasando los cincuenta hay cosas que quizás en uno no se adaptan a lo nuevo, pero no por anquilosamiento sino por lo contrario: por rechazar de plano lo que a uno ya se le cayó. 
Todo parece ser una invitación al descarte. Todo a la vez parece ser una amenaza: cualquiera es un posible asesino serial, y tal vez no estemos del todo equivocados o tal vez estemos totalmente equivocados. 
Todo parece apuntar a la desconfianza. Y las cosas, los sucesos , son examinados desde ese sitio interno. La locura pulula con distintas formas, pero me atrevo a decir que las más peligrosas, las más dañinas parecen estar a la orden del día. Nos defendemos por las dudas, por si acaso, y mal. Cada uno por supuesto teñido de sus propios contenidos, de lo que aprendió y de lo que no aprendió o de lo que malaprendió.
Nunca como hoy, -al menos en mi experiencia-, las personas son tentadas con armas tan eficaces para desconocerse a sí mismas y a los demás.
En nuestra sociedad en particular, a  la de nuestro país me refiero, siempre tan dada a la maledicencia, a la ironía, a la prepoteada, hoy se dan más que nunca situaciones de daños evitables. 
Para nosotros el principio de caridad nunca existió demasiado, y desde la existencia del guatsap, -al que juro en algún momento desterrar de mi vida o reducir al máximo-, menos que menos. El principio de caridad no es algo religioso, sino filosófico. Implica ser capaz de pensar en primer lugar la mejor opción a la hora de tener que suponer algo. Ejemplo célebre el famoso cuento del criquet que estaba de moda hace unos años ya. Si supongo que el otro me está dejando plantado en una cita, me voy a ir, me voy a ofender y tal vez vaya a ofender por si acaso a quien en realidad quizás tuvo un accidente o un inconveniente justificado. 
Pero nosotros somos maestros de la suspicacia: para qué suponer bien si puedo suponer mal, y sobre todo, para qué preguntar si puedo suponer. Y puestos a suponer y dar por cierto lo supuesto, ya que estamos, actuemos en forma acorde con nuestra fantasía negativa de las cosas. 
Un daño inevitable por ejemplo es que alguien no nos ame como desearíamos, o que no nos ame, o que no retribuya X necesidad, o que no desee lo que desearíamos. Todo rechazo es daño , como toda muerte lo es, -siempre hablando de quien nos importa-, pero el daño evitable es cómo se lo manifestamos al otro. Para empezar, lo que mejor nos salva de cometer un daño evitable es poder decir lo que en verdad nos sucede en vez de no decir nada, o de decir otra cosa que implique mentira u ocultamiento o falta de honestidad. Y algo importantísimo que nos salva del daño evitable es no suponer, nunca y bajo ningún concepto, dar tiempo a que el otro se manifieste y hasta se corrija si fuera necesario. Darse lugar, y dar lugar.
No son cosas que estén favorecidas en la era de clavar el visto, en la era del ghosting  y del bloqueo a mansalva. Tampoco ayuda tener un medio de comunicación como el guatsap que para algunas cosas es un lujo, como por ejemplo para poder hablar con quienes están a distancia física, en el extranjero, o muy distantes. Pero sin embargo, para quienes aún no tienen la suerte de conocerse realmente o lo suficiente, y hasta a veces para los que sí la tuvieron pero por X razón, por cambios personales o de la vida, o por escasez de frecuentación de un vínculo empiezan a "desconocerse", el guatsap es una fuente, casi un emporio diría yo, de malentendidos. Si hasta parece que uno escuchara tonos de voz que no están. Como diría un psicoanalista "son sólo enunciados". Pero uno los recarga. Y muchas veces mal. Con sus propios fantasmas, sus cucos, sus sospechas...Se pueden llegar a producir verdaderos desastres de este modo. Claro que está en nosotros tratar de evitarlos, aunque todos hayamos caído en algún momento en pisar el palito y meter francamente la pata.
Nuestra buena o mala educación afectiva y emocional serán las responsables del resto.
Como contrapartida de todo esto hay otro fenómeno interesante: cuando damos por hecho que ese mensaje que recibimos, que ese enlace o artículo que nos envían, o ese emoticón no valen nada. Y sí valen: muchas veces nos salvan el día, y doy fe de lo que hablo. 
Pero es frecuente que no los agradezcamos. Y no hablo de "colgarse", de tardar...hablo de no agradecerlos nunca. De ser incapaces de percibir, de apreciar, de registrar la buena intención que guió ese pequeño gesto un día cualquiera. Ese mensaje en medio de la noche diciendo "¿cómo estás?" a veces es un montón. Pero un montón. Dos palabras. Abiertas. Eso nomás es todo un mundo. Un mundo distinto de no formularlas. 
Cuando era chica la gente se llamaba por teléfono. No todo el tiempo por supuesto. Por ahí se llamaba menos veces, muchas pero muchas menos veces de las que usamos hoy el guatsap para dejar un mensaje, pero se llamaba más tiempo, eran charlas más largas, intercambios más felices.
Hoy llamar por teléfono es sentido por muchos como una invasión. Yo también lo he sentido así, pero la culpa no es de quien llama, sino de la enorme necesidad de preservarnos de más señales sonoras indeseadas de las que ya nos sobran en las grandes ciudades sobre todo, atosigados como estamos de llamados descartables, para ofrecernos cualquier producto, para imponernos cualquier cosa. Entonces paga el pato el amigo emocionado que nos llamó justo ese día para darnos la sorpresa.
El guatsap parece ser más recatado, pero si bien a veces cumple y bien su propósito, otras se queda corto, porque hay cosas que no le entran. Claro que hay hermosísimos intercambios por guatsap, largos intensos y bellos. Pero a veces, sólo a veces, la llamada telefónica posibilita un contrapunto más espontáneo que permite corregir sobre la marcha los sentidos posibles de lo dicho, y ser más claro.
Otras veces, si  uno va a llamar para putear y prefiere no llegar a ese punto, es preferible un mensaje de texto. 
Y otras muchas da lo mismo, porque el daño ya se hizo adentro antes de pronunciarlo. 
Un buen antídoto es empezar a ver series japonesas, u orientales en general, donde si bien los malos humores y los temperamentos fuertes están y bien marcados, también se evidencian las maneras exquisitas en que se pronuncia el pedido de perdón, en que se expresan las gracias, la cortesía...La cara de felicidad al ingerir el primer bocado de una comida, -por ejemplo-,  es algo notorio, una costumbre que pone en la gestualidad cotidiana algo tan inmenso como el placer de llevar comida a la boca, al placer, y al organismo. 
(continuará)

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