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martes, 8 de junio de 2021

EL ACOPIO DE LOS NOMBRES



El juego es así: se trata de recordar en el transcurso de la vida todas aquellas palabras, frases, refranes, modismos, apodos, que uno sienta que lo construyeron.
La manera que encontré, - y creo no ser tan original-, es incorporar al lenguaje cotidiano esas expresiones que quedaron en el acervo de lo entrañable. Mamá, -por ejemplo, diciéndome pichongota, o puchi, o mi primera y mejor suegra en su lengua eslava diciéndome pishquitza; mi tío Pepe con su "pirula", mi gran amiga de entonces diciéndome "minina", y así ir formando un lenguaje personal que va comiéndose y haciendo propias esas palabras que a su vez serán repetidas a otros...Las palabras que tuvieron nuestros amores para con nosotros, sus diminutivos, y hasta las palabras propias que implementamos nosotros mismos para con otros que quizás ya no están. A mi vieja yo le decía no sé por qué mamele, o  mamina los últimos años... Todo ese diccionario personal se vuelca en los afectos que van llegando, del mismo modo que de las despedidas se conservan otros apodos y modismos que quedarán incorporados a su vez, y así sucesivamente...
Pero no se trata sólo de diminutivos y formas de nombrar, y tampoco de refranes o frases peculiares: el abanico se abre más aún. A veces recordamos y coleccionamos palabras dedicadas a nuestra persona, declaraciones que nos emocionaron o nos dieron valor e identidad. 
Sólo nombraré una, las demás me las guardo. Me recuerdo frente a los ojos increíbles de Norberto el maestro y el amigo, y él diciéndome café por medio "no te apagues las pequeñas lucecitas". Sólo eso. Un poema cotidiano para los momentos más oscuros, o recordatorio general para el día a día. Y así como esta cita, todo un repertorio digno de armar un poema larguísimo, -lo cual no sería una mala idea-, para acompañarse, para perpetuar el encanto de lo amado, para reciclar lo mejor de lo que se fue en algo nuevo y utilizable en el mejor sentido de la palabra.
Recuerdo cuando estábamos en una sesión prolongada de terapia en mi adolescencia, y había que jugar a decir tres cosas, de cualquier índole, que nos gustaran de cada compañero; tenían que ser sólo tres, y cumplir el requisito principal, que consistía en ser admirativas. Y quien por entonces era mi hermoso primer amor platónico, se despachó con unas palabras que evocaré toda mi vida, porque alumbraron en su camino a esa adolescente tímida que fui por mucho tiempo, y aún hoy es así.
Será tal vez, como dice Fandermole: "yo digo que mis ávidos amores /son  fuertes y viven más que yo/ Son gigantes tenues como flores / que alientan a este turbio corazón".
Es que hay palabras de todo tipo y origen, hasta retos u observaciones difíciles que nos ha costado mucho digerir, pero que hemos recibido y han sido de utilidad, y que nos permitimos reproducir a nuestra vez con otros.
En este sentido, me permito citar un leiv motiv de mi psicoanalista, que las veces que ha tenido tonos de voz frente a los cuales yo le decía que no se enojara conmigo, él replicaba: "no me enojo: soy vehemente". Frase que adopté y empleé con más de un alumno en mi vida. Él mismo en otro momento se explayó acerca del por qué de su expresión, acotando que la gente le tiene miedo a la pasión, y comparto. Por lo cual a veces confundimos apasionamiento con enojo.
Mi amiga Graciela, -Uca según dio en llamarse a sí misma los últimos años-, siempre hablaba del famoso libro de Maeterlinck, "El pájaro azul", en el cual los muertos revivían cada vez que alguien los recordaba. 
Creo que el reciclado es algo maravilloso. El reciclado y acaso también otras maneras de hacer vibrar lo roto, como el arte japonés del Kintsugi, que consiste en enaltecer un objeto de cerámica que se ha partido, pegándolo nuevamente y rociando con polvo de oro las roturas, ya que los japoneses creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
En las pinturas y sobre todo en los collages es posible integrar objetos, o partes de objetos muy amados para perpetuarlos, para que vivan de otro modo, tal vez más hermoso y más útil que dentro de un cajón o de un libro.
En fin, maneras de tratar de encontrar la belleza. 

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