Subí al ferry. En una mesita había dos señoras. Una tejía que tejía y cada tanto miraba, cual periscopio, el ingreso de gente y regresaba a su labor. Estaba sentada con las piernas abiertas y llegaba al piso como en puntas de pie. Tenía el cabello renegrido, voluminoso y con una curvita hacia arriba tipo años 50, pero ella apenase tenía cuarenta y cinco. Viajaba sola. Al lado, aunque medio de espaldas, estaba la segunda señora, gordita, también sentada con las piernas abiertas y seria, muy seria. Tenía cara de negra, cabello desteñido de rubio y canas, muy poco coqueta, setenta años. Miraba fijamente hacia el frente, con el mentón un poquito levantado. También viajaba sola.
Me senté con ellas después de preguntar si la tercera silla estaba desocupada.
—Sí —me dijo la señora negrirubia. (María Luisa, aunque le dicen Mari.) Corrió su bolso, y siguió mirando al frente. La otra, levantó la mirada del tejido y rapidito siguió tejiendo, como si no quisiera ser descubierta.
Les sonreí, exageradamente amable. Mari siguió mirando al frente, en posición de ataque.
Al cabo de un rato, pregunté si sabían a qué hora partíamos. Ambas, me miraron fijo, una, erguida con su peinado vintage y la otra, echada sobre sus muslos con las piernas abiertas.
¡¡¡Mamita querida!!!, pensé.
Mari me respondió, seria, y así, como quien no quiere la cosa habló de sus hijos, de cómo le compró un pasaje al más chico para que se fuera a España hace como doce años, porque una mañana salió de su cuarto una tal Noelia que le dijo: “Buenos días, me voy a preparar un café”, y Mari, en ese momento no dijo nada, pero a la noche esperó a su hijo sentada en la mesa (seguramente en posición de ataque) y le dijo: “andá a luchar la vida y luchala lejos, para que no vuelvas a mí cuando la cosa se ponga difícil”.
Mari dijo que es viuda hace muchos años, que su hija es médica, que hace treinta y cinco años que vive en la Argentina, que cobra una miserable jubilación de mil setecientos pesos, pero que, si está mal el cálculo, ella no tiene tiempo para trámites, porque trabaja en un local doce horas por día, donde colocan fundas para autos y cubre coches.
Mari dijo que ella sabe todo en su trabajo, que todo pasa por ella, que abre a las seis de la mañana y es la última en irse, que tiene una estenosis en el corazón, o algo así, y hace seis años que no puede ir al médico porque, repitió, todo pasa por ella en el local de la calle Warnes; que al dueño no le importa nada, que detrás suyo hay una cola enorme de personas que quieren trabajar "y si no estás al ciento por ciento, entonces no servís", pero, enfatizó por tercera vez, que todo pasa por ella y hay mucha violencia. Dijo que el otro día un tipo que se estacionó mal, tapando la entrada del local le dijo "vieja puta", que otro la zamarreó y que el dueño del local puso en marcha su Audi y se fue. Contó casi sin respirar, que sus padres ya no están y que para la mamá era más importante la novela, que la nieve de un 9 de julio en Chacarita, ¡¡¡qué risa!!! Que una vez, guiada por el corazón lo dejó todo y se volvió a Uruguay a cuidarlos, y que hacía treinta años que nadie entraba al galpón; que le puso cerámicos y se gastó sus ahorros, pero volvió a Buenos Aires porque el dueño del local le dijo: “me cagaste Mari, tengo un pasaje a Europa y vos te fuiste”. Aclaró que la vida en Uruguay es difícil, porque te pagan cien dólares de jubilación cada tres meses, pero como quiere que sus restos estén en su tierra, entonces tiene que volver cada tanto a cobrarlos para no perderlos y que cuando llegue la hora, que sea de un saque, con dignidad y sin darle trabajo a nadie.
Hablando de los hijos, la otra señora vive en Buenos Aires hace dieciocho años, huyendo de un marido violento, que la largó con cinco pibes y sin un peso (uruguayo) pero gracias a Dios, los chicos le salieron todos bien, pese a que son adolescentes y que a ella la menopausia le llegó a los cuarenta porque hace dieciocho años que no coge y eso le hizo "mal a las hormonas", pero tuvo tanto de qué ocuparse que no tuvo tiempo para pensar en eso (sexo) y nunca tuvo la necesidad.
Mari dijo que mejor estar sola, que a ella le dicen "pero Mari, con lo conversadora que sos, para tomar un cafecito", pero el cafecito, se lo toma sola y que a ella la dejen en paz, porque trabaja rodeada de hombres y sabe bien que ahora enseguida quieren el "aproush" y hablando de "aproush", la otra señora dijo que cuando uno se quema con leche....pero que por suerte su hijo de diecisiete está en el último año del secundario y consiguió trabajo de bachero en Recoleta, que a la dueña, que es una mujer, parece que le cayó bien y que el lunes tiene que estar en la cafetería porque es educado y se expresa bien. Porque los jóvenes, dijo Mari, no sabe por qué, pero no quieren trabajar y no es por la plata eh .... porque no quieren lucharla o vaya a saberse.
De pronto, la señora del peinado vintage, pasó del crochet, a tejer con dos agujas, pero a Mari no le gusta tejer, pero cocinaaaaaa, uffff, no puede estar un día sin cocinarse algo, y no le da fiaca para nada; son esos pequeños placeres y puede que esté unos kilos arriba, pero bueh. Dijo que hace una lasagna que es como una torre de panqueques con queso, jamón, verdura y sobre toooda esa torre le pone un estofado re natural, todo casero, con mucho "parmeyiano", y se prepara para ella sola un carré de cerdo con puré de manzanas …y para el cafecito hace una torta con crema que también bueh... Porque Mari contó que cuando llegó a la Argentina buscaba trabajo en escribanías, que se vino a que sus hijos estudien, porque ¿qué más puede darle uno a los hijos sino estudio, que te sirve acá y en la China? Mari dijo que siempre tiene un dicho para todo. Que como no consiguió ese trabajo se puso a cocinar tortas, unas de manzanas....pero tienen que ser verdes, ojo!!!, lo que pasa es que tenía mucho trabajo con las tortas porque hay que comprar el papel para envolverlas y las cajas, y hay que pelar un cajón de manzanas eh....pero que entonces aparecieron las fábricas de tortas, todo con esencias, nada natural, pero costaban la mitad que sus tortas y tuvo que laburar de cocinera en casas de familia porque cuando uno hace las cosas con amor y responsabilidad, trabajo nunca le va a faltar. Eso dijo Mari y la otra señora le dijo que tenía razón, "porque los uruguayos seremos muy tranquilos", pero ella trabajó día y noche y ahora cuando sale de trabajar camina unas cuadras para que se le vaya el dolor de cabeza que da la calefacción y ni hablar, dijo Mari, del frío que hace en España, porque cada tanto va a visitar al hijo que al final ¡¡¡cómo triunfó!!! y ahora le agradece que lo haya echado de la casa con un pasaje a España.
_Ya estamos llegando_ anunció Mari_ Mejor abrigate que hace frío y si necesitas algo para el auto tomá, te doy mi tarjeta.
_¡Uy! yo no tengo Mari.
_Ya me di cuenta.
Gracias Claudis por compartirlo! Abrazote
ResponderBorrarGracias a vos por generarme con este relato tanta ternura y tanta risa y viceversa. Otro abrazo!
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