OTOÑO DE LA VIDA
El viento arrebate
nostalgias marchitas
que a pesar de los trenes perdidos
nos sobra esperanza y es hoy todavía.
Es esto lo que llaman otoño de la vida.
Coronar suavemente el espejo
con fotografías.
Legamos criaturas
vivas maravillas
a este valle de lágrimas donde
quisimos triunfar sobre guerra y perfidia.
Es esto lo que llaman otoño de la vida.
Como náufragos darse la mano
en un mar de ruinas.
Edad de escarmientos
y sabiduría.
A seguir en la brecha, gastando
coraje guardado y toda la sonrisa.
Es esto lo que llaman otoño de la vida.
Acudir con primera emoción
a la última cita.
No hay orden que dure.
Tormentas obligan
a mudarse de piel y de nido
y echar por la borda hojarasca y fatiga.
Es esto lo que llaman otoño de la vida.
El amor es más fuerte que nunca
pero uno lo cuida.
SIN SEÑAL DE ADIÓS
Qué dulce modo tenés de no estar,
quédate así cuando te vas,
como un aroma de sol en la piel
mucho verano después
Qué melancólico modo tenés
de acompañar aunque no estés.
Tiembla en el aire del atardecer
verte por última vez.
Tanta vida mía
desvivir no sé.
A la lejanía
me acostumbraré
pero va por dentro la procesión
sin señal de adiós.
Qué dulce modo de permanecer,
cómo me das rumbo y ayer.
Hago de tanto trabajo de amor
lágrimas y resplandor.
Honda manera tenés de callar,
cántame así cuando te vas,
dejándome misterioso rumor
de manantial interior.
BORRADOR DE TESTAMENTO
Me ocurres por amor, en Buenos Aires
precisamente y a la edad oscura
en que uno desconfía porque ha visto
garabatear pizarras a la muerte,
y acumula nociones de naufragio,
coraje en naftalina, días rotos,
dolor en pañuelitos y quién sabe.
Tómala, recupera entre tus párpados
tanta dura invención como mis ojos
quemaron, tanta oscuridad inútil,
y disuélvela con la luz que tienes
para que pueda yo por fin cubrirme
de tu salud, no conocer reparo
más que tu permanencia defendiéndome.
Ambulo entre manías y escaleras
y de pronto me ocupas, desbaratas
peligros, soledad, desasosiego,
promueves hábito de la alegría
y desanudas inocentemente
hilos de tal desorden compartido
que yo me empiezo y canto porque estás.
Pero si me acabara de improviso
te dejo inolvidable testimonio,
es decir, en el aire y en papeles,
nuestra privada suavidad, la ilesa
manera de integrarnos, eso es todo,
porque de veras ya no tengo nada
más que la intimidad que nos ocurre.
("Sin señal de adiós", es además una canción, una guarania, que se puede ubicar en youtube)
¡Gracias, Claudia!
ResponderBorrarGracias por traernos, una vez más, la poesía de María Elena. Siempre viva. Siempre presente en su belleza y profundidad.
Y ese "Otoño de la vida" que, en mí, es casi invierno...
Un gran abrazo, amiga.
¡Juan Carlos querido! llegaron tus palabras! María Elena es grandiosa, y esa poesía en particular, pega fuerte...Más allá de cuán avanzado esté el ciclo otoñal e invernal en nuestras existencias, lo cierto es que el amor es más fuerte que nunca, pero uno lo cuida. Y creo que todas las emociones son más fuertes que nunca, conviviendo con la intensidad de los sinsabores que también es más fuerte porque creo que si algo nos trae el paso del tiempo es la ponderación. Te llegue mi abrazo!
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