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jueves, 23 de noviembre de 2023

TERCER CUERPO



Todas las relaciones que valen la pena forman un tercer cuerpo.

No es un dogma, no está escrito en ninguna parte como verdad fundacional, pero muchos lo percibimos así.

Cuando entramos en contacto con otro ser en forma profunda, se va creando ese lazo del que hablaba el zorro al Principito...y el lazo mismo es algo diferente de lo que Zorro y Principito son por separado.

Es eso que se forma en cada encuentro, eso compartido, la parte de cada uno que entra en comunicación con el otro, como dos colores que se mezclan y al hacerlo dan algo distinto de lo que daban por separado, y también algo distinto de lo que darán al cruzarse con otra persona: un color diferente, o un matiz diferente cada vez.

Jung hablaba de reacciones químicas.

Recuerdo que mi mamá me había regalado de chica un jueguito de química, y yo empecé por probar un experimento que consistía en mezclar no me acuerdo qué con fenoftaleína (jamás pude olvidar esa palabra), y la reacción fue de tal efecto que me asombró, además de formar un color fascinante (no recuerdo ahora cuál era), que me valió la penosa tarea de tratar de convencer a mi madre de que no me mandara a un industrial a cursar la secundaria, ya que mi fascinación residía en el color, no en la química.

Anécdota mediante, creo que la manera en que Jung lo describe es perfecta, o se le arrima.

Fuegos de artificio, rayos y centellas, cáspita o te amo, color rojo o turquesa, o amarillito claro, texturas de algodón suave, ríos calientes o aguas heladas, todo eso damos cuando estamos con los otros, que es cuando realmente aprendemos.

No sé cómo sería Mar con otra dueña. Y creo que se las ingeniaría a la perfección por lo que tengo visto para amar y ser amada como perra de la casa. Sin embargo, los rituales que hemos formado juntas, la manera en que ella decodifica mis gestos y yo los suyos, la alegría que aprendió a identificar con la danza, la risa y los abrazos, creo yo (habría que preguntarle a ella) son lo que forma el mundo que creamos entre las dos.

Dice el poeta Dana Gioia, refiriéndose a la relación de muchos años con su esposa: "Eres un lenguaje que he aprendido de memoria./ Este dialecto íntimo desaparecerá con nosotros, sus únicos hablantes nativos."

Yo también me pregunto a dónde van esos dialectos y no lo sé. Y me acuerdo de esa canción de Silvio Rodríguez, tan bonita, -¿A dónde van?-, y creo que a algún lado han de ir.

Ese tercer cuerpo que sólo vos y yo dábamos, amor mío, amiga mía, primera perrita, hermana, hermano, hijo, padre, madre... ¿Cuántos terceros cuerpos llevamos puestos? ¿Cuánta gente anda rondando por acá, -y me señalo mentalmente el corazón-? ¿ Cuán amplia es mi casa, la tuya, esa que llevamos a todas partes como el caracol lleva la carcaza en la que caben los afectos esenciales, los que se llevan puestos?

Hace poco escribía "soy un vagón que no puede chocar: llevo demasiada gente adentro".

Quizás sea una tarea demasiado importante y difícil de aprender la de poder entender cuán inmensamente importantes somos para quienes nos quieren, sin por eso ser únicos para nadie. poder entender que seguramente a los demás les pasará algo análogo. 

Que una paleta de pintor se amplía con los nuevos matices, las nuevas combinaciones y mixturas, y que cada una de ellas tiene una vibración y una identidad especial, aunque prevalezcan ciertos tonos y mezclas en la paleta, pero todas las mezclas cromáticas expresan los terceros cuerpos que forma la materia pigmentaria, del mismo modo que el abanico de relaciones de nuestra vida, al agitarse pondrá a vibrar en el aire una música única.

¡ Qué hermosa tarea la de cuidar su sonido!




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